Ante la proximidad de elecciones algunos cazadores se plantean el voto en base a la consideración que sobre su afición contemplan los distintos partidos políticos. Esto, que así planteado parece algo banal, no es más que la consecuencia de las veleidades de algunos politiquillos anti-caza. Han conseguido a base de despropósitos convertir el ocio de los cazadores ni más ni menos que en un sentimiento. Así cuando de juzgar algún tema de caza se trata, rápidamente se posicionan a favor o en contra dependiendo de su ideología. Unos porque entienden que la caza es cosa de pudientes y otros porque “matar animales” se supone que va contra los principios progresistas. Está claro que ambos se equivocan.
Cazar y ser cazador es una forma de ser y entender la naturaleza, un problema de ética al margen de cualquier connotación política. No en vano aficionados hay de todas las madres. Caza y política son dos conceptos antagónicos que nada tienen que ver entre sí.
La caza hay que juzgarla desde el punto de vista conservacionista y nunca desde intereses políticos. Los cazadores hablan todos el mismo lenguaje y respiran en materia de caza de los mismos aires de libertad. Quitadles la política y no pasará nada. Pero no les prohibáis la caza que acabaríais con una de sus razones de ser. A pesar de todo son ciudadanos antes que cazadores. No como esos nuevos mesías que nadie sabe de dónde han salido y que apelan a la descalificación y a nuestras conciencias por hechos que desconocen pero que aprovechan descaradamente como soporte político. Ser un buen político en materia de caza conlleva cansar la cabeza en busca de fórmulas de conservación compatibles con el ocio y la riqueza.
Dejemos pues la caza al margen de intereses partidistas que el que quiera hacer cosas en su favor tiene todas las que quiera. Afronten con decidida voluntad la recuperación de las perdices, conejos, linces, urogallos, osos, águilas imperiales, avutardas y un sin fin de especies en regresión. Vuelvan a humanizar ese campo donde impera el envenenamiento y la ley del ramplón que inmola los animales a sus intereses económicos. Mientras tanto no se definan como representantes de esa parte importante del pueblo que son los cazadores. No les extrañe pues que ante la pasividad de estos cerebros del conservacionismo radical mal entendido, los cazadores hayan empezado a reunirse a toque de caracola en torno a la Oficina Nacional de la Caza para solucionar sus problemas.