El próximo día 19 de Junio el campo de aviación de Dima (Bizkaia) acogerá la XXIV Fiesta del Cazador y Pescador. Una cita a la que acudirán los aficionados acompañados de los suyos para pasar una jornada campestre en un marco excepcional como es este de las campas de Zumeltza. Entre otras muchas actividades, se pretende esta años homenajear a la mujer cazadora. De la mano de Adecap en su fecha se formó la asociación “Mujeres por la Caza” con representación en muchas comunidades autónomas. No en vano el relevo
generacional es importante y las mujeres como es lógico aportan un toque de sensibilidad que quita hierro a la práctica de la caza.
No son buenos tiempos para los intereses de cazadores, pescadores y lógicamente preocupa. Lo vengo diciendo hace más de un año y todo apunta a una campaña orquestada perfectamente por ecologistas, animalistas, veganos y anti-caza con la clara intención de acabar por completo con la práctica de la caza. El tema es muy serio. En Dima es el momento de decir basta ya y tomar las medidas para que este mal no siga avanzando. Y que nadie los desestime porque el problema es de armas tomar. En breve y una vez que madure el trigo- por el sur mucho antes que por el norte- los cazadores solicitarán autorización para efectuar esperas nocturnas al jabalí. Modalidad que suscita opiniones encontradas entre los aficionados. Argumentan unos, que de noche todos los gatos son pardos y que abatir una jabalina que este criando es una pena por cuanto supone terminar con toda la prole. Otros dicen que si no se toman
medidas los propietarios de las fincas les reclaman el importe de los daños.
Satisfacer a unos y a otros se antoja complejo, pero siempre existe la posibilidad de evitar la muerte del animal si el cazador domina el arte de la espera. Y es que al cazador le motiva mucho más unos buenos colmillos que una docena de jabalinas. De hecho si sabría que iba a matar una jabalina no saldría a cazar de noche. Una hembra con crías normalmente entra a la finca con pocas precauciones. Por el
contrario los grandes machos suelen rodear las piezas de cereal para entrar cara al viento cuando la luz crepuscular reina en el campo. Así que ojo con el aire. Y cuando llegue el momento de doblar el dedo índice es bueno contar hasta diez para valorar a quien va desinado ese proyectil que no distingue entre machos y hembras.