Con la temporada palomera de pasa finiquitada, una vez más procede un análisis de lo que está aconteciendo. Cierto es que palomas han pasado, más bien altas, salvo dos o tres días. ¿Todas? No, ni mucho menos ¿Por qué no lo han hecho y cuando lo harán? Esa es la gran pregunta que se hacen los aficionados.
Palomas desde la noche de los tiempos, han pasado y pasarán, altas y bajas, con viento o sin él, con agua, frío o nieve, en su fecha y fuera de ella. De hecho la pasada semana cumbrearon algunos bandos los Pirineos. Así las cosas permítanme una reflexión. Uno que peina canas entendía que la comunidad de gustos y aficiones une y solidarizan a los hombres entre sí, ya que median intereses comunes que precisan inexorablemente la unión del colectivo de cazadores. ¡Pero hay amigo! Cuando la caza arrastra pasiones incontroladas los intereses particulares en algunos casos predominan sobre los colectivos.
Es triste comentarlo, pero a los hechos me remito. Sabíamos que nuestros vecinos franceses tenían el alma cazadora tan arraigada como nosotros por aquello que la caza fue una de las conquistas de su revolución, pero desconocíamos que fuesen tan poco considerados con quienes les reciben como unos compañeros más en un sin fin de acotados de la península.
Les cuento. Cualquiera que gestione someramente la fauna salvaje sabe que los animales se mueven casi exclusivamente por la comida. Pues bien, a los palomeros de las Landas francesas no se les ha ocurrido nada mejor que no recoger en grandes fincas el maíz para que a las torcaces no les motive cumbrear los Pirineos. Y en parte lo están consiguiendo. Son muchísimos los bandos que con el buche lleno de maíz inician la migración por la costa cantábrica y al llegar a la altura del Cabo Matxitxako dan la vuelta y regresan a Francia.
¡Increíble! Cientos de bandos de muchísimos ejemplares se asientan en la actualidad en las Landas cuando deberían estar ahora en los encinares y alcornocales extremeños y portugueses ¿Será que cuando el hambre aprieta se acuerdan de lo que dejaron atrás? Sin lugar a dudas. “Menos mal que las migradoras son patrimonio internacional” lo demás no dejarían pasar una. Ver para creer.
Menos mal que muchas torcaces, cada vez más, llevan años criando en la península y eso está aportando muchas jornadas de caza durante el verano. Particularmente no me atrae en exceso esta modalidad porque en principio muchas de las que se abaten a consecuencia del calor se pudren rápidamente. Todo animal que se abate inexcusablemente debe aprovecharse por respeto al animal y ética venatoria. Sin embargo entiendo que el recurso da para esta práctica y mucho más, aunque no esté de más que las orgánicas durante las tiradas aporten los medios para que no se estropeen las torcaces y nadie nos pueda sacar los colores.