La acusada regresión que están experimentando las poblaciones trucheras ha supuesto que muchos aficionados hayan optado por dedicarles más horas de pesca a otras especies, incluso en progresión algunas de ellas. Así las cosas, basses, lucios, carpas, barbos, siluros, tencas y luiciopercas son protagonistas en pantanos y embalses. Un claro ejemplo es esta espectacular carpa royal de 30 kilos pescada en el pantano de Ullibarri-Gamboa de Alava por el gasteiztarra Oscar Hernández Sarabia, quién no dudó en soltarla una vez sacadas las fotos de rigor. Me comenta este fino pescador que los jabalíes próximos a los pantanos no solo se comen gran parte de las puestas de las anátidas, sino que atacan a las carpas que se quedan encharcadas. Sin embargo un reducido número de pescadores intenta por todos los medios no desligarse de las pintonas autóctonas, buscándolas con fruición en las regatas más recónditas como un deber impuesto por sí mismos y por razones de complicidad deportiva. Y curiosamente, algunos pocos han encontrado en las truchas de alta montaña, sobre todo en los Pirineos no ya el paraíso perdido pero si un lugar virgen con unas aguas cristalinas, donde la trucha “fario” nace y vive en unas condiciones excelentes por el estado biológico del medio. La trucha frecuenta todos los lagos y riachuelos de los altos Pirineos y si bien no son de gran tamaño son bravas y escurridizas. Las aguas descienden vertiginosas, claras y transparentes por lo que es prudente intentar no aproximarse a la orilla para no ser vistos. Algunos lagos sobrepasan fácilmente los 2.000 metros de altitud y no tienen marco vegetal que los circunde. Durante el invierno se hielan, pero al contener irregularidad topográfica de fondo y vertiente que les facilite agua continua, mantiene constantemente una población truchera. Durante la fiesta del Día del Cazador y Pescador que se celebrará el próximo 18 de Junio los niños podrán lanzar la caña para poder pescar truchas de repoblación en una piscina portátil preparada para tal efecto.