El respeto durante una jornada de caza
Diciembre nos ha deparado las primeras nieves en los Pirineos. Sus crestas no volverán a verdear hasta Junio cuando los rebecos suban a pastar en la rica alfombra de hierba que dejaron las nieves. El cierzo que peina sus picos nos trae fríos susurros del invierno que va a llegar. Y algo me dice que lo va a hacer con nevadas importantes. Quizás me equivoque, pero entiendo leer tristeza en la otoñada, veremos. Blanca como la ilusión y fría como el desengaño, la nieve es el peor enemigo de los animales salvajes. Sin embargo no hay bien que por mal no venga, la nieve es bienhechora de los campos: da muerte a millares de insectos dañinos, empapa la tierra mejor que el agua de la lluvia e impide que las heladas destruyan el foco de germinación que la primavera empieza a desarrollar. Este mandato de respeto hacia los animales que a la inmensa mayoría de los cazadores no hace falta recordárselo, supone para unos pocos una oportunidad única para competir con los animales de manera desigual. Son simples matanzas de aves indefensas que soportan como pueden este sudario de muerte. Ciervos, corzos y jabalíes se defienden mejor aunque siempre con limitaciones. De ahí que se permita la caza de jabalí en algunos lugares, siempre y cuando las condiciones no sean extremas. ¿Qué puede aportar tirar desde el coche a las perdices? ¿O localizar por el rastro en la nieve a la liebre en el encame? Todos hemos sido jóvenes y pocos están libres de no haber abusado alguna vez de esa posición de poder que denota el hombre con los animales. ¿No es poco solamente tener la fortuna de poder desvelar en la nieve lo que nos dicen los campos del paso de animales? En su manto como la imprenta en la tersura de un papel blanco van dejando su rastro todos lo que se aventuran a salir de sus querencias. Por eso es mucha la desventaja. Hay leyes inviolables en la caza que deben sustentarse en el sacrificio, la ética y la voluntad, haciendo que la cinegética discurra por cauces que le corresponde.
De otra forma no conseguiremos nunca acercara la realidad de la caza a esta sociedad distante de la Naturaleza pero sensible con sus problemas. Así y todo algún listo que entiende que el fin de la caza es solo la muerte seguirán poniendo al colectivo en la picota. Pero se equivocan porque no son cazadores, son simples “carniceros” de calzón quieto que no entienden que la muerte no tiene porque acontecer necesariamente sino aleatoriamente después de haberla trabajado y merecido. Cambiemos de tercio. Andalucía, cazadora y taurina ha plasmado su reflexión. El cazador exige argumentos para seguir siendo fiel a esa afinidad sea cual sea. De hecho tiene su escala de valores y su sentimiento político bien arraigado. En esa escala la caza, “su caza” es un tesoro que no se va a dejar arrebatar. Mayo vuelve a ser época de elecciones, ahora no vale quejarse, los políticos tienen la oportunidad de acertar en el blanco que necesitan los cazadores, luego no vale quejarse.
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