Conocida es en el mundo cinegético la excelente vista de las palomas torcaces, por lo que un mínimo gesto o movimiento servirá para que el pájaro o el bando que le acompaña cambie de rumbo de forma instantánea, dejando con las ganas al más pintado. Por eso son tan poco bienvenidos los turistas de cualquier tipo en las líneas de pase, y más cuando hay posibilidad de que entren palomas.
Si hay algo que pueda acabar con la paciencia de cualquier palomero es esa presencia ajena, provocada o no, que permita a los bandos escurrirse por donde menos se lo espera y más cuando ya se acaricia la idea de poder tenerlas a tiro. Porque esa es otra de las asignaturas a aprobar en cada grupo de azuladas que se acerca: calcular las distancias. El bulto en el aire que muestra al volar la mayor de las palomas europeas engaña a los debutantes, por supuesto, pero también a muchos de los veteranos que año tras año se llevan más de uno y de dos chascos a la hora de vaciar los tubos de la escopeta.
Los veteranos siempre recurren a aquello de que hasta que no se les vean claramente los ojos o las rayas blancas de las alas no se doble el dedo índice, un estupendo consejo pero que a veces se enreda con las típicas municiones pesadas, de 36 gramos y de perdigón grueso, normalmente con perdigón del 6 o incluso más fuerte, que, además, no se está acostumbrado a tirar.
La combinación entre tirar a distancias poco calculadas y cartuchos que no se conocen provoca fallos inesperados y la desazón del reincidente. Normalmente los disparos siempre se fallan por detrás, por lo que la solución llegará adelantando los disparos y en distancias más cortas, aligerando el número de perdigón e incluso de carga por otros cartuchos de los que se conozca mejor su funcionamiento.
Por supuesto, siempre habrá que «dejar cumplir» al pájaro antes de intentar su derribo; esto es, permitir que llegue a las distancias hábiles de tiro. Probar en la lejanía supone derrochar esfuerzos, perjudicar a otros cazadores y, lo que es peor, arriesgarse a herir una pieza que casi nunca se cobrará, un concepto que hoy en día debiera estar completamente desterrado.
Trampas Y hablando de destierros, el de los reclamos electrónicos y digitales también merecen espacio propio. Quienes los tienen y los usan en el monte en estas fechas saben que se arriesgan a un castigo ejemplar; y ya hay constancia de denuncias en Bizkaia de estos furtivos que debieran ser denostados entre los propios cazadores. Cualquiera que haya visto el efecto de esos sonidos sobre las malvices, por ejemplo, sabe que los resultados pueden ser devastadores. Aunque las sociedades aquejadas de esos males tienen solución si cambian y endurecen su normativa interna, y si el resto de cazadores dejan de hacer la vista gorda. Quienes matan en base a los números abatidos suponen un lastre para la caza, pero quienes abusan con artimañas son aún peores.
En cuanto a malvices, el jueves pasado hubo en zonas de costa y en algunas de interior, pero descendieron el fin de semana, dejándose ver el lunes y más anteayer martes.
Ilusión Repasando estas fechas, el pasado jueves también se registró un movimiento inusitado de azuladas en Iparralde, sumando hasta 463.000 ejemplares avistados, descansando hasta anteayer martes, con un movimiento de otras 232.105 palomas, que cruzaron por tierras guipuzcoanas y navarras desde media mañana.
Entre todas las vistas casi se alcanza el millón de ejemplares y, entre tanto, siguen llegando noticias de tierras francesas de que siguen entrando bandos en las zonas central y sur del vecino galo. Y encima las previsiones para hoy de viento sur han vuelto a disparar las expectativas, a sabiendas de que aún quedan torcaces por pasar. ¿Será hoy el gran día?