Hacia finales de abril, antes de lo previsto, entraron muchas codornices. Sin embargo al cosechar los cultivos forrajeros a ras de tierra muchas fueron gillotinadas. Los perdigones también eclosioranon antes de lo normal sobre todo en la provincia de Burgos. Una maravilla verlas apeonar detrás de su solícita madre que los va a defender si es preciso con su propia vida ante los ataques de cualquier predador por grande que sea. La cosecha de cereal venía espectacular pero salvo en la provincia de Burgos donde se salvará medianamente, en otras comunidades la sequía está haciendo estragos. ¡Qué difícil que llueva a gusto de todos!. Sin embargo y como de costumbre las zonas frescas y tardías es fácil que puedan deparar algunas alegrías a los cazadores. Sabido es que este animal es muy dado a los desplazamientos y a movimientos migratorios inesperados. Los animalistas después del palo que sufrieron en Castilla y León vuelven a la carga con el manido tema del cierre de la caza. No creo que lo consigan, aunque siempre existe la posibilidad de algún imprevisto. Mejor si se preocuparía esta gente de la desforestación de los montes, una de las mayores heridas que el hombre provoca en la naturaleza. En los montes aparecen todos los seres engranados como las ruedas dentadas de un maravilloso reloj. Hierba y árbol, animal y planta concuerdan estrechamente entre sí, de tal modo que ninguno puede vivir sin el otro. Todos tienen igual importancia en el monte. Cuando bajo las ramas plateadas de las hayas recogemos un puñado de follaje seco del año anterior disponemos en nuestras manos de todo un mundo en el que se altera todo lo que se hunde en la tierra y muere. Y de esta descomposición de humus extraen las plantas la mayoría de las sustancias que necesitan para la formación de su cuerpo. La otra fuerza es la ley que aporta el anhídrido carbónico del aire. Y así como las plantas viven unas de las otras, los animales silvestres se nutren de ellas incluso los carnívoros que comen animales que previamente han comido las plantas.