N.G.- EL pasado 1 de abril fue la fecha que tantos esperábamos con cierta intranquilidad, aquella en la que el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, anunciaba que el proyecto de Reglamento de Armas publicado en el BOE del 30 de noviembre de 2010 era papel mojado. No eran pocos los indicadores que hacían presagiar ese desenlace desde meses atrás, pero no obstante tampoco lo éramos quienes esperábamos este día con expectación.
Expectación porque la espera se hace larga cuando una pasión está en juego y porque también se hace amarga cuando se sabe que semejante injusticia no tiene razón de ser.
La cuestión es que a día de hoy ya existe un nuevo borrador a disposición de todos nosotros, sólo que esta vez no se trata de 120 páginas de sinrazón, sino de 19 folios que modifican o añaden artículos al vigente reglamento de 1993, esta vez sí, para adaptarlo a la directiva europea.
En su debido momento, espero que haya tiempo para aclarar quién nos ha metido en este embrollo, ya que si ahora Rubalcaba ha tomado las riendas y ha cumplido con lo que dijo en el Congreso, falta saber quién manejaba antes el asunto del reglamento.
Aún así, el ministro ha perdido una buena ocasión para trabajar y mejorar este reglamento poco práctico, nada europeo y muy restrictivo, así que nos quedamos como estábamos.
Por otra parte, lo que sí que está claro es quién nos ha sacado del lio, por lo que es hora de agradecer a la ONC y a las decenas de miles de alegadores su papel.
También es el instante adecuado para seguir siendo solidarios con los coleccionistas de armas inutilizadas, alegando al único punto en el que la nueva propuesta de reglamento se pasa de frenada, y mucho.