N. G.- Ahora que ya hace un tiempo que la mayoría de cazadores (de caza menor) hemos colgado la escopeta y nos vamos a dedicar un tiempo a otro tipo de actividades y compromisos de diferente índole, es cuando uno más se acuerda de aquellas jornadas de caza vividas. De aquellos lances imposibles, que dando un giro espectacular se convirtieron en reales, de la compañía de esos camaradas de caza, madrugadores incansables y compañeros de aventuras y desventuras hasta en los días más fríos y lluviosos del invierno.
Como unos señores trajeados en Bruselas decidieron que no podíamos seguir ejerciendo nuestro derecho a cazar en contrapasa, los meses que van desde marzo hasta agosto se nos hacen eternos a aquellos que nos dedicamos exclusivamente a la caza menor.
Aunque es cierto que existen alternativas, como los cotos de caza intensivos, los lugares de adiestramiento y los campos de tiro, además de nuestro siempre querido monte, que nos da la posibilidad de andar, andar y andar sin parar para poder disfrutar de todo este entorno mágico que nos rodea.
Sobre los cotos intensivos, siempre ha existido la polémica incluso dentro de sectores de cazadores. Es imposible tratar de convencer a alguien de que «eso» es caza cuando no lo es en el más amplio sentido de la palabra. Los cotos intensivos han de utilizarse para lo que son, muy de vez en cuando y sabiendo siempre dónde estamos y qué es lo que tenemos delante, para que no se nos desenganchen los perros de la caza en épocas de veda, o incluso, por qué no, para pasar una jornada con los amigos con los que hemos estado yendo a cazar durante el otoño-invierno y con los que nos apetece estar un día.
Yo al menos creo que el problema y las críticas se convierten en realidad cuando se abusa de estos lugares o cuando incluso se llega a tener una imagen distorsionada de lo que es la caza de verdad en aquellas personas acostumbradas a cazar animales «sembrados».
Sabiendo diferenciar bien las cosas y teniendo las ideas claras, no creo que los cotos intensivos sean dañinos ni que ejerzan una mala influencia. Además, no olvidemos que si ahí están es porque existe una gran demanda por parte del colectivo de cazadores. Al fin y al cabo, se trata de un negocio más.
De todas maneras y, para aquellos que además de la escopeta tienen la caña guardada en casa, animaos y sacadla a pasear un ratito, cambiar unas licencias por otras en la cartera y a pescar, que es la época propicia.