En beneficio de la muestra, inculquemos hábitos a propósito. Enseñemos al cachorro a plantarse ante la escudilla con su comida, de pies, quieto y esperando a que le ordenemos ENTRA; tal como si estuviera mostrando.
En teoría parece difícil de conseguir, pero en la práctica no lo es tanto. Mi actual braco alemán lo entendió con cuatro meses, a los cinco lo bordaba y, ahora, con 19 meses mantiene el ejercicio a la perfección de manera rutinaria.
En su presencia, vierto comida sobre su escudilla, dejándola inaccesible para él. Marcho, y el cachorro viene conmigo, a la esquina más alejada de su recinto. Le ordeno SIT, inmediatamente se sienta, y, seguido, doy la voz ESPERA; ambas acompañadas de sus gestos respectivos como se indicó con anterioridad. El cachorro sentado espera ordenes. Si no lo hiciera, se insistirá hasta que lo ejecute bien.
Cuando lleva un ratito sentado y esperando, tomo la escudilla de acero y la dejo caer al suelo; que suene. Siempre estaré celando que el cachorro se mantenga en la posición que le mandé. Me sitúo entre él y su escudilla, a unos dos metros de ella. En las fases iniciales he de insistir en las voces y gestos para el SIT y ESPERA, pero pronto bastará que me ponga frente a él después de habérselo dicho una sola vez.
En esta fase bastan unos pocos segundos y no es importante aumentarle el tiempo de espera. Mirándole de frente, normalmente él estará pendiente de mí y de su comida, lo veo en sus miradas. Cuando todo va bien y ha demostrado esperar la orden, pronuncio YA. El perro se arranca y va por derecho a la comida; pero, cuando llega a mi posición, le espeto un JUA cortante, con un latigazo de voz. Al principio, si no para, tendré que detenerle, poniéndole una mano sobre su pecho y, si es preciso, la otra sujetándole del collar, al tiempo que lo tranquilizo, le doy confianza e insisto con la voz de JUA, así; “Bien, Bien, tranquilo, JUA…JUA, bien” Le tendré unos pocos segundos en esta posición, basta son seis al principio; aquí, sí interesa ir alargando los tiempos. Luego, le doy un toque con la rodilla o mano en sus cuartos traseros, al tiempo que le digo en tono bajo: ENTRA; él entiende perfectamente que puede comer.
Una vez que confíe en su respuesta me despreocupo de domeñarlo físicamente; no tendré necesidad. Pronto lo ejecutará como un automatismo. A cada comida procedo con este ejercicio; lleva poco tiempo. Por supuesto, los tiempos de muestra los amplío.
Me sorprendió la respuesta de mi cachorro, por lo pronto que captó mis deseos, lo bien que ejecutó y la facilidad con que se adaptó. Ningún problema. Según llego al recinto, él provoca mi contacto; me demanda caricias y juegos. Al principio me cuesta sofocar su fogosidad, porque muestra impetuosamente su alegría y afecto; pero, metidos en harina lo ejecuta a la perfección, tan solo con una voz o gesto para cada orden.
Con este adiestramiento pretendo que el cachorro tenga una referencia que relacione en la caza, bloqueando a la pieza con su muestra, me dé tiempo a que llegue junto a él y no entre a la caza mientras no se lo ordene. Muchos hemos tenido perros que lo hicieron así, sin este adiestramiento; no lo pongo en duda. Pero, que el cachorro, a la vista de su comida, reprima su glotonería y proceda como digo, entiendo que imprime modales, es una inversión y garantía de futuro.
Al último cachorro, dominando este ejercicio, con siete meses le llevé a una suelta de perdiz de granja en ladera con vegetación densa. Le sembré cuatro. El cachorro buscó, encontró, mostró y no entró hasta que estuve junto a él y le mandé hacerlo, como en el ejercicio descrito. Inmediatamente entró con ardor, levantó la perdiz y, al tiro, la cobró. No una sola; las cuatro de la misma manera, una a una. En la última le tuve dos minutos de muestra, porque no aguanté más. Si le hubiera llevado con seis meses hubiera respondido parecido. Otro tema es que las cobró y las trajo.
Cuestión aparte es si debemos mandarle entrar al perro o hacerlo nosotros. Coexisten criterios distintos; ambos válidos. En mi caso, alterno según el lance.
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