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El gallo del monte

El gallo del monte

El gallo del monte

El urogallo, una especie emblemática de las montañas está sumido desde hace años en una regresión importante pese a estar prohibida su caza desde hace muchos años. Al nidificar en el suelo, las puestas son un manjar para muchos predadores empezando por el jabalí. Afortunadamente la Fundación Artemisan está trabajando en colaboración con la Federación Aragonesa y el Gobierno de Aragón para recuperar en la medida de lo posible sus poblaciones en el Pirineo. No resulta nada fácil escribir sobre el urogallo –el rey de los bosques, la gallinácea más grande la cordillera cantábrica-, cuando no se ha tenido la oportunidad de observarlo con intensidad en nuestros montes próximos, único lugar peninsular donde reside. La época más interesante de esta gallinácea es la del celo, momento en el que el gran macho pierde sus instintos de conservación y es posible el acercamiento a los cantaderos. Parece que, al inflamarse, la seringe de esta gran ave provoca una obturación de sus conductos auditivos, lo cual permite acercarse mientras ésta profiere su canto amoroso. Este relato que seguidamente les detallo resume las vivencias de un supuesto acercamiento a los cantaderos con el único objetivo de la observación, nunca con ánimo de abatir ejemplares: mayo, mes de los urogallos, época en que entran en celo. En las horas del crepúsculo matutino de un día cualquiera de mediados de mes, el urogallo aparece envuelto en una claridad matizada de sombras azules que el sol de la mañana dibuja sobre la nieve. El alado rey del bosque atisba el alba. Resuena la voz sonora del gallo en celo, levanta la pata, estira el cuello y mira a su alrededor. No distingue nada que puede alarmarlo; tranquilizado, alza el cuello de nuevo, mantiene erguida la cabeza, forma la rueda con su espléndida cola y lanza sus trinos de amor. Se suceden sus voces con más frecuencia, hasta fundirse en una especie de murmullo. En estos momentos parece como absorto, entregado a una especie de éxtasis, ciego, sordo y despreciando cuanto le rodea. La aproximación se va consiguiendo con tanta lentitud y silencio como cuidado se empeña en ello. Mientras el gran ave canta, cabe acercarse a ella. En sus silencios hay que aguardar. No caben prisas y cada paso ha de ser previamente medido si no queremos desbaratar en un instante toda la labor de acercamiento, base del éxito en esta empresa. El urogallo sigue cantando con un ruido sordo, similar al que emana del golpe de dos maderas. La obligación de la hembra, es acudir donde está el macho; él no las busca y se limita a anunciarles dónde se encuentra. Al fin, la poderosa silueta de la corpulenta ave, con las alas bajas, la cola abierta y el cuello hinchado por el clamoreo del celo, puede ser atisbada entre las ramas de alguna frondosa haya en la que se enmarca con harta dificultad, para apreciar nítidamente sus formas.

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Redacción periódico digital Desveda #caza #pesca #tirodeportivo #rural #naturaleza

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