La pandemia condiciona las capturas en Euskadi de recechos de corzo
La mayor incidencia de la ‘larva de las narices’ requiere una mayor presión cinegética sobre los ejemplares de esta especie
Con la llegada del mes de abril se abre en Euskadi la temporada de recechos de corzo, una modalidad que anima a los cazadores a disfrutar de una práctica que tiene grandes similitudes con la caza menor. Esta actividad resulta además muy importante para tratar de mantener la salud de la especie en una época en la que la ‘larva de las narices’ provocada por el ‘Cephenemyia stimulator’ está teniendo gran incidencia en las poblaciones.
“Es necesario intensificar la actividad de los cazadores porque la presión de los aficionados no ha sido lo suficientemente alta” para sanear las poblaciones, según destaca el zoólogo, presidente de la Asociación del Corzo Español (ACE) y responsable de Aran Servicios Medioambientales, Florencio Markina.
La afirmación del experto está basada en el convencimiento de que en líneas generales se ha reducido el número de ejemplares durante los dos o tres últimos años, sobre todo en la zona cantábrica, mientras que en la montaña de Araba las poblaciones van en aumento. En consecuencia, se acrecientan las posibilidades de que las poblaciones se vean afectada por la enfermedad.
La situación está agravada porque los inviernos están resultando cada vez más suaves. “Hemos detectado que antes las moscas eran más activas durante la primavera y el verano, aunque en los últimos años también han aparecido moscas activas con los días de calor de meses como noviembre y diciembre, con lo que se amplía el ciclo de parasitación de los corzos a prácticamente todo el año”, por lo que Markina recomienza incrementar la precisión cinegética y evitar así que se repita lo que está sucediendo en la zona cantábrica.
Períodos de caza
Esa situación ha quedado evidenciada a través de un estudio que está desarrollando la ACE con el objetivo de conocer más detalles sobre la incidencia de la enfermedad. Tras recoger diversas cabezas de corzo que fueron posteriormente analizadas, se comprobó que “en ejemplares cazados en enero había larvas de ‘Cephenemyia stimulator’, por lo que sabemos que el ciclo de la mosca se ha ampliado y hay algunas que siguen activas en esa época del año, algo que no es nada normal”, señala Markina.
Además, el mantenimiento de los cupos y los períodos de caza establecidos no ha conseguido que la presión cinegética sea lo suficientemente alta para mejorar la salud de las poblaciones existentes en Euskadi, en parte porque los confinamientos provocados por el Covid-19 restringen la movilidad de los cazadores.
Markina recuerda que las diputaciones forales de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa continúan habilitando tres épocas de caza y durante el actual período de recechos que se prolonga hasta finales de junio los machos son las únicas piezas permitidas, debido a que las hembras están en plena época de gestación. En cambio, durante el mes de octubre se permite abatir ejemplares de ambos sexos y en enero y febrero se autoriza únicamente la caza de hembras.
Similar a la caza menor
Aunque abril es el mejor mes para que los aficionados a los recechos de los corzos practiquen esta modalidad, las limitaciones derivadas de la pandemia hacen que en la mayor parte de los casos “únicamente puedan cazar quienes vivan en las zonas confinadas, con lo que prácticamente se está perdiendo la temporada y volveremos a tener un número de capturar muy inferior al de años anteriores”, lamenta Markina.
El experto cree que la situación va a propiciar “que queden muchos corzos, porque en abril es la época en la que salen tras haber superar el invierno, y tanto en mayo como en junio las siembras están muy altas y es muy difícil localizar un corzo”.
Los recechos de corzo en primavera permiten a cazadores de menor continuar con una actividad cinegética que tiene muchas similitudes con la que practican de forma habitual. Se trata de una modalidad de caza “mucho más tranquila” que la que persigue otras piezas de caza mayor, ya que quien la practica “puede elegir sin prisa la pieza que va a abatir, ya que la puede observar durante un rato. Además, tiene la posibilidad de decidir si la caza o si la deja pasar y opta por otro ejemplar”.
Otro de sus atractivos radica en que el cazador practica esta especialidad sin ningún tipo de ayuda, ni tan siquiera la del perro, aunque de forma ocasional puede valerse de él para recuperar alguna pieza en el caso de que quede herida.