Solo los que estuvieron allí son conscientes de lo que ocurrió el 20 de marzo en la capital de España. Porque allí se reunieron cientos de miles de cazadores y sus familias, que decidieron dedicar el día festivo a dar la cara en defensa de la caza, cada uno con su historia y sus circunstancias cargadas a la espalda. Cada uno con su sacrificio particular para poder luchar por su libertad y su futuro.
Todavía retumban en el centro de Madrid los ecos de la histórica manifestación del 20 de marzo. Si uno cierra los ojos, puede escuchar el sonido de las caracolas y los gritos de “Sí a la caza”. Por esas calles aún se puede encontrar alguna bandera solitaria clavada en el suelo que, a modo de territorio conquistado, recuerda que los cazadores estuvieron allí.
Jesús Martín, natural de Montanuy (Huesca). “La Ley de Bienestar Animal acabará con las rehalas y por ende con las tradicionales del pirineo oscense, no tenemos otro remedio que luchar por nuestros derechos”. El autobús partió del pirineo aragonés a las dos y media de la madrugada.
José Manuel Friero, barbateño. La marcha se inició desde este pueblo de Cádiz a las 11.50 h. del día anterior para llegar a Madrid a las nueve de la mañana, lo cuenta aún emocionado y con la voz quebrada. «De limpiar cada año las marismas del parque natural con los cazadores locales, a luchar por revertir la prohibición de la tórtola y que la codorniz no siga sus pasos».
Bárbara Fontán inició su marcha desde Liñares en Pontevedera a las dos de la madrugada. Es aficionada a la caza mayor, al igual que Miguel Moreno, que partió a escasos kilómetros de Francia, desde el último pueblo de los pirineos catalanes, Vilamur en Lérida.
Zorzaleros, reclamistas, galgueros, recechistas, silvestristas… vascos, andaluces, catalanes, gallegos…, todos ellos gritaron con una sola voz, con una sola bandera, la de caza. Una fiesta de reivindicación, de gritar ¡basta ya! a los prejuicios que tanto una parte de la sociedad como los políticos tienen hacia la caza. Y qué mejor lugar que el epicentro de todas las decisiones que ahogan día a día al medio rural.
El 20M, nueve de cada diez personas vestían de naranja, porque #naranjaescaza, color con el que los cazadores se identificaron el domingo y que se ha convertido en una auténtica corriente. El 20M se recordará como el día en el que la caza, como un sector unido, demostró movilizar una de las tres mayores manifestaciones de la historia de Madrid. Lo recordaremos como el día en el que la caza dio un golpe en la mesa para reivindicar su papel en el medio rural, clave para la socioeconomía y para la conservación de nuestros ecosistemas.
Lo más importante es que, quien tiene que saber el papel que la caza ha tenido en este levantamiento del medio rural, lo sabe. Los políticos lo saben. De hecho, han hecho falta solo unos días para que gobiernos de un lado y otro, para que partidos de un lado y otro se pronuncien y manifiesten su apoyo a un sector con influencia en más de dos millones de personas. Un sector que sin duda pueden modificar una intención de voto. Ya ocurrió en Andalucía. Y no duden que las elecciones nacionales serán el próximo punto de encuentro de la campaña #lacazatambiénvota.
Pero queda mucho por hacer. La retirada del anteproyecto de ley de bienestar animal, como principal demanda del sector del 20M. Y del código penal, ya que la aprobación de ambas normativas, cargadas de ideología y ausentes de criterios técnicos o científicos, supondría directamente acabar con la caza.
La eliminación de la restricción de la caza en los parques nacionales que ya está generando graves problemas por la expansión descontrolada de las poblaciones, que no se prohíba el uso de munición de plomo sin contar con estudios independientes y que no se prohíba la caza de especies migratorias sin tener en cuenta el estatus real de sus poblaciones.
Dejar de criminalizar la actividad cinegética en sectores como el educativo o quitar complejos de su entrada en los medios de comunicación. Que se persigan los delitos de odio contra el colectivo, así como que se endurezcan las penas por furtivismo, un delito que nada tiene que ver con la caza y que los cazadores llevan años luchando por desterrar.
La implicación política ante el problema del relevo generacional y que se reconozca el papel en nuestra socioeconomía del turismo cinegético o las bondades del consumo de carne de caza tanto a nivel nutritivo como de respeto al medio ambiente.
Esta es la hoja de ruta del sector cinegético. Debe ser atendida porque, después de lo vivido el histórico 20 de marzo de 2022 en Madrid, después de lo que demostramos que somos capaces de hacer, ya no pueden ignorarnos.
José Luis López-Schümmer
Presidente de la Fundación Artemisan