Mucho se ha comentado sobre la introducción del lucio en nuestros cursos fluviales y, como no, también sobre el origen de este poderoso pez.
Como ocurre con los grandes personajes, temido por unos y ensalzados por otros, a menudo es objeto de comentarios en los corrillos de pescadores.
Posiblemente habría que retroceder al jurásico de la Era Secundaria para buscar los antepasados de este primitivo pez, que tuvo que medirse con poderosos adversarios que compartían sus mismas aguas. Y aquí lo tenemos victorioso y señorial ocupando el primer puesto del ranking de nuestra fauna acuícola.
Aunque, a manos de nuestra civilización, pronto se desvanecen sus laureles y no deja de ser un simple pero responsable de desordenes en muchas de las aguas que ocupa.
Pero si el lucio es el predador más importante de nuestra fauna acuícola que según testimonio de muchos pescadores llega a alcanzar hasta los 30 kg, otro animal mucho más grande, el siluro, campa a sus anchas en muchos cursos fluviales de la península.
Se comenta que se ha capturado algún ejemplar pequeño en un pantano alavés y que incluso ha llegado a verse desde una embarcación un pez de casi 2 metros que podría tratarse de un siluro.
En un principio, estos relatos parecen a todas luces inverosímiles, fruto de la fantasía o de la proverbial tendencia a la exageración de los pescadores. Pero hay que considerar que los siluros que se alimentan especialmente de carpas actualmente se asientan en todo el Ebro, especialmente en los embalses de Mequinenza y Ribaroja.
Su origen en aguas peninsulares surgió cuando en 1964 un pescador alemán trajo de su país 36 ejemplares pequeños y los soltó en Ribaroja.
Desde entonces esos ejemplares se han reproducido y crecido enormemente, se han llegado a capturar animales de hasta 150 kgs. Pez de aspecto inconfundible emparentado con el tiburón, posee gran corpulencia y cinco filas longitudinales de grandes escudos que le dan una sección corpórea pentagonal.
Aunque existen citas en la bibliografía científica de especímenes de 5 metros y pesos cercanos a los 400 kg en la península ibérica.
Foto: Óscar Gracia Salinas