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El rececho del corzo

El rececho del corzo

Todo un arte el rececho del corzo, modalidad eminentemente selectiva y bella donde las haya y que permite disfrutar de amaneceres a la fresca sombra de los hayedos -lugar delicado para los encarnes del estío-, de las corrientes y los resguardos de la solana para recibir el sol durante los días más fríos del otoño, de cristalinos arroyuelos donde apagar la sed, de los finos pastos de los collados durante la primavera, de las cañadas y los pastizales, de los retoños de los bojes y los brezos y de un montón de privilegios más.

Durante el verano los corzos merodearán los huertos y los pequeños sembraditos del contorno y los bancales de hierba fresca en el interior de los bosques recibirán la visita tempranera del duende del bosque. Es un lujo para los amantes de la naturaleza observar durante unos segundos el ramoneo vivaracho del más pequeño de nuestros ungulados.

Tremendamente asustadizo y tímido, este animal permanece siempre atento a lo inesperado. No conoce el reposo y cada paso va seguido de una minuciosa observación del entorno: la mirada siempre despierta, el oído dispuesto y el olfato fino y húmedo como el medio en que vive.

Todo lo ventea y lo observa antes de mordisquear la hierba fresca. El más mínimo ruido, por leve que sea, como el caer de una piña o el crujir de una rama, corta su reposo aparente.

Con los ojos bien abiertos, las orejas apuntando en la dirección y esperando con el hocico empapado en el rocío, permanecerá inmóvil, dudando si ponerse en fuga o escurrirse en la penumbra del bosque simuladamente.

Su lugar preferido son las zonas caducifolias. Todas las modalidades de caza, bien de mayor o menor, tienen un encanto especial cuando se saben valorar todos los detalles que ellas conllevan, así como la vida del animal, el entorno, la compañía o la soledad, la dificultad y el sacrificio.

Pero, entre todas ellas, el rececho del corzo tiene un algo misterioso y delicado, de complejo y terriblemente fascinante. Aunque está demostrado que la caza al rececho ayuda a mejorar la vitalidad de las poblaciones de corzos, posiblemente muchos cazadores ante la presencia del animal abatido desearían devolverle la vida que momentos antes le han quitado.

Difícil dilema de entender, la caza, para aquellos que no sientan este atávico deseo de capturar y amar a la vez con intensidad a los animales. El rececho consiste en la búsqueda a pie, a través del monte, para una vez localizado el animal intentar abatirlo.

Prismáticos y rifle son los medios de los que se valdrá el cazador, aparte de la buena forma física y conocimientos muy detallados de las querencias del animal. Los rastros y huellas características de éste serán esenciales, por lo que su identificación e interpretación no deben constituir ningún misterio para el cazador.

Son las primeras y últimas horas de luz natural las más favorables, ya que coinciden con el término o inicio del periodo activo de los corzos, lo que facilita su localización.

Cuando se marcha por el monte debe hacerse despacio, en silencio, procurando ir siempre contra el viento y esforzando al máximo la vista y el oído. El corzo, por su parte, adoptará sus mejores defensas ante el cazador que rececha.

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Redacción periódico digital Desveda #caza #pesca #tirodeportivo #rural #naturaleza

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