Con el verano dando los últimos coletazos llega la que es probablemente la mejor época de pesca del año, por variedad, calidad y cantidad de presas. Una de las especies más perseguidas y que más interés despierta entre los pescadores (y los comensales) son los txipirones. Estos cefalópodos están presentes en nuestras aguas en varias familias diferentes; su pesca se convierte en un arte de exquisitos movimientos, perseverancia y una satisfacción total con el resultado. Aguerrido y depredador como pocos, se presenta casi durante todo el año en nuestras aguas siendo el momento de más auge desde septiembre a noviembre, dado que durante este periodo se encuentra en plena época de celo.
Para la pesca desde embarcación, que resulta mucho más productiva, podemos usar varias modalidades, la más empleada es directamente con el sedal con poteras de plomo recubiertas de un par de colores (estas solo tienen una hilera de alfileres), o con las más modernas en forma de pez que tienen dos coronas de alfileres, lo que facilita mucho que el calamar no se escape.
Se puede fondear la embarcación o pescar a la deriva; el fundamento es sencillo: dejar caer la plomada o potera con peso hasta tocar el fondo, levantar la medida de la puntera empleada o si es con potera plomada media-una braza, y a no parar de moverlas de arriba para abajo (más o menos el movimiento de una braza).
Cuando se note un tirón continuo, se sube la potera, no muy despacio y sí muy seguido, sin perder la cadencia ya que el calamar correrá más y se desenganchará, pero tampoco muy rápido porque se rompería el tentáculo por donde viene enganchado. Lo entretenido de esta pesca no es la pelea, ya que lo puedes perder en cualquier momento sobre todo en el momento de sacarlo del agua, momento que aprovecha generalmente para arrojar un chorro de tinta.
Sobre el color predominante de las poteras, hay algunas salvedades. Los colores rojizos son los más atacados por los calamares de tamaño medio. Los colores azulados son los más atacados por los calamares pequeños 10-14cms. Y los colores verdosos para los calamares grandes, ???begiaundis???. No se trata de una ciencia exacta pero creo que con la experiencia de los años es una conclusión bastante acertada, aunque eso sí, los colores de los señuelos siempre van según el gusto del pescador y evidentemente el que más pesca es el que más tiempo está en el agua.
En cuanto a la teoría del «lado oscuro», resulta que los chipirones son lucífugos (no les gusta la luz) y en cambio sus presas se amontonan bajo ella, por lo tanto lo más lógico es que los chipirones se coloquen en las inmediaciones de la zona iluminada, pero fuera de ella, acechando sin ser vistos a sus presas para atacarlas en cualquier momento sobre todo a las que se acerquen demasiado al límite del ???sol y sombra??? o detecten que nada con dificultad.
El calamar, jibión o txipirón es un cefalópodo decápodo. Pero su forma, más ágil y alargada, ya nos está indicando que se trata también de un mejor nadador que prefiere las aguas abiertas y la movilidad permanente, a los fondos y el acecho inmóvil que caracterizan a su prima.
De comportamiento gregario, forma bancos numerosos que recorren grandes distancias y realizan frecuentes desplazamientos en vertical, a veces hasta grandes profundidades.
Su alimentación es básicamente ictívora, para lo que se vale de dos de sus tentáculos, que lanza contra sus víctimas, para luego apresarlos firmemente con los restantes.
Recordemos que los señuelos para cefalópodos no llevan muerte, por lo que debemos mantener siempre la línea tensa. De todas formas, el jibión o la jibia sólo «tiran» en una dirección, por lo que no tendremos problemas como los que plantearía un pez en este caso.
Una vez a bordo, es muy común que descargue un súbito chorro de tinta, así que conviene andar con cuidado para no ensuciarnos ya que la tinta de este es muy complicada de eliminar. Asimismo, comprobaremos que el señuelo -ya sea la potera o el pez artificial- no está manchado de tinta, pues esto le restaría mucha eficacia.