A partir de seis meses el joven estará en disposición para entrar a la enseñanza más próxima a la caza real. Conviene, si es posible, programar esta fase para comenzarla un mes antes de la apertura de la veda.
Podemos iniciarle poniéndole una codorniz de granja. Sin la presencia del perro pasaremos la codorniz sobre una zona de hierba baja, con objeto de que deje rastro. La sujetamos atándola una cuerda a una pata y el otro extremo a un hierro o palo que hundiremos en la tierra. También podemos prescindir de la atadura alicortándola. Dejaremos la codorniz oculta bajo matas.
Antes del ejercicio permitamos al perro que se desfogue por otro lugar, luego le acercaremos al terreno donde pusimos la codorniz, procurando llevarle de cara al viento ???si es una brisa ligera, mejor- Procuraremos que el joven bata el terreno en zigzag, marcándole las direcciones con el brazo. Cuando lleguemos a la zona debemos de estar cerca del perro. En cuando advirtamos que ha tomado vientos de la pieza ???la mayoría rabea con nervio-, nos pondremos a su lado llevando una traílla de lazo por si fuera necesario para sujetarle y cambiarle de lugar. Si el perro para, inmediatamente le diremos JUA??? JUA, poniéndonos en cuclillas, con la palma de una mano sobre el pecho, para impedirle ???si fuera necesario- que acometa o salga tras la pieza, y con la otra le acariciaremos, mientras procuramos tranquilizarle y animarle. BIEN??? BIEN??? JUA. Tenerle un tiempo largo de muestra, que la aguante mientras vemos que sigue interesado. Para esta y pocas veces más, dejarle con el JUA parado y adelantarnos a retirar la codorniz, para luego probar en otra zona, Sin insistir mucho en esto; basta que veamos el perro toma los vientos con interés, para y apunta, manteniéndose en postura.
A las dos sesiones que responda bien, pasaremos a hacerlo, también con caza de granja, pero suelta y con escopeta. Necesitamos un ayudante que haga de tirador y nosotros nos ocuparemos del perro. Importante; que el campo esté seco y no llueva, para que la codorniz vuele bien y no se limite a dar saltos de sapo en los morros del perro; éste no debería tener la oportunidad de abocarlas. Le repartiremos por el campo de seis a doce codornices de granja, bien distanciadas unas de otras.
Procuremos ir lo más cerca posible del perro, sin correr, menos si estuviera de muestra, para no alarmarle y ponerle nervioso. Por descontado, el perro se ha de desfogar antes y conviene empezar la cacería por una zona que no esté sembrada, para que no se encuentre de sopetón con las piezas a las primeras de cambio. El tirador deberá respetar la orden que le daremos de no disparar a ninguna codorniz volada sin mediar la parada del perro. Por supuesto; no deben importar las codornices que se abatan. Aquí no cuenta la cantidad, sino la calidad. Lo primordial es que el perro busque con ganas, encuentre, pare, mantenga la muestra hasta que le ordenemos entrar y cobre las abatidas trayéndolas a la mano sin movernos del lugar.
Puede que todo marche perfectamente a la primera ocasión, a mí me ha ocurrido con varios perros y, si fuera así, con una segunda sesión que lo confirmara, sembrando más número de codornices, sería suficiente para confiar que podremos cazar codornices salvajes con ese perro, en la próxima desveda. Quizá sea más frecuente que surjan problemas puntuales que requieren corregirse; los trataremos en el siguiente capítulo.