Pueblos, expertos y granjeros aguantan la respiración y se afanan en las medidas para evitar que la epidemia, mortal para muchas aves y prácticamente imposible de erradicar, arrase el territorio
En El Bohodón, Ávila, unos 11 gansos blancos se mueven con pasos cortos y algo aturdidos por lo que hasta hace nada era su pequeño paraíso: una laguna natural convertida en parque municipal. Un lugar perfecto para vivir y engordar, sin depredadores y cebados por vecinos y turistas de la España vaciada.
Pero ahora, su casa se ha llenado de muerte y cintas de aviso prohibiendo el paso. En menos de 15 días se ha perdido más de la mitad de la colonia de ánsares (eran más de 25) y los que quedan seguramente tengan los días contados. Una nueva ‘peste’, la gripe aviar H5N1, llegó a la charca a principios de enero, y no da tregua.
Estos tranquilos gansos son algunas de las primeras víctimas en España de una enfermedad que arrasa Europa desde el pasado otoño. «Estamos esperando a ver qué pasa con los que quedan, pero cada mañana los veterinarios vienen a por algún cuerpo más y estos ya se mueven raro, están como mustios.
Vamos, hay gente que pide que los matemos a todos ya, pero desde medio ambiente nos han dicho que los dejemos que se vayan muriendo solos», explica Maurino González, concejal de Medio Ambiente y Patrimonio y primer teniente de alcalde del pequeño pueblo abulense, 117 habitantes censados, mientras mira a las aves. Su cara mezcla resignación y extrañeza viendo a los animales moviéndose junto a la charca situada en un núcleo urbano prácticamente vacío en la mañana de este lunes. «No sabemos exactamente de dónde vino el virus, pero ha fulminado a los gansos», añade.
Los ánsares, introducidos hace más de una década para dar vida al lugar y acabar con la espadaña que se comía la laguna, no han podido resistir a una epidemia tan silenciosa como letal e imposible de frenar. Transportada de continente en continente por millones de especies migratorias que cruzan el planeta, sus variantes dejan cuerpos allá por donde pisan y solo queda aceptarlo e intentar evitar que se extienda.
González dice no saber a ciencia cierta qué o quién contagió a los gansos del virus que ha acabado con ellos. Por eso, la Junta de Castilla y León ha precintado el parque, se afanan en limpiar la zona y piden a los vecinos que no se acerquen y confinen sus aves, pero toda apunta a que la respuesta está en esa misma laguna.
La ‘peste’ se mueve gracias a pájaros como los que comparten este mismo lunes espacio junto a los gansos. Unos grupos de patos azulones que nadan como si nada y que, según los veterinarios y expertos, son uno de los reservorios naturales de la influenza aviar. Ellos son asintomáticos, pero los gansos, grullas, garzas y otras tantas aves que conviven con ellos, no. E incluso, aunque es muy raro y solo han dado con casos aislados, se ha llegado a ver humanos infectados con tasas preocupantes de mortalidad.
La comarca de La Moraña, donde se encuentra El Bohodón, es el mejor ejemplo de la virulencia de esta versión de la Influenza aviar de alta patogenicidad (IAAP). Uniendo este municipio con El Oso, a 11 kilómetros de distancia, 172 habitantes, esta zona de Ávila es el lugar donde más casos de animales silvestres contagiados se han encontrado de toda España.
Con animales como los mencionados patos que se mueven de charca en charca a diario, los decesos se reparten en un conteo de muertes que desde la semana de Reyes no para de crecer. Mientras que en el primero el virus ha fulminado a casi todos los gansos, en el segundo los vecinos cuentan unas 20 aves, como mínimo, muertas en su laguna, más grande y alejada del pueblo.
Tres grullas, una garza real y decenas de gansos comunes, como mínimo. Pero esto lleva a otra pregunta: ¿han dado con más casos aquí porque son los lugares más afectados o porque es el lugar donde mejor miran? En El Oso tienen razones para sospechar que la explicación cuadra más con la segunda hipótesis.
Europa se enfrenta desde hace meses a la peor temporada de gripe aviar de su historia, según el Instituto Federal de Investigación en Sanidad Animal alemán, el Instituto Friedrich Loeffler (FLI). La variante H5N1, predominante en estos momentos, junto a la H5N8, se ha mostrado como unas de las más contagiosas, dejando ya más de 700 focos declarados en granjas avícolas de 31 países europeos, muchos más casos confirmados en fauna salvaje, dos millones de aves muertas solo en Francia y hasta un humano contagiado en Reino Unido tras convivir en su casa con decenas de patos contagiados.
Y solo en esta temporada, porque a principios de 2021, la segunda de las versiones mencionadas encendió las alarmas de entidades como la OMS por la aparición de casos en humanos en países como Rusia. Nuestro país se había librado del impacto de esta enfermedad que tiene su temporada más fuerte entre octubre y febrero, pero la excepción se rompió al inicio de 2022 y la cifra de aves afectadas, entre los casos conocidos, se acerca a los 20.000 después de obligar al sacrificio de 18.900 pavos de una granja segoviana.
Y en lo que coinciden todos los expertos es que esto acaba de empezar y es prácticamente imposible pararlo, al menos entre la fauna silvestre.
Aguantar el tirón
Esto en El Oso lo saben bien. El pueblo se ha volcado en las últimas décadas para convertirse en un destino preferente para los apasionados de la ornitología e intentar frenar así la sangría de la despoblación. Su humedal es un lugar de peregrinaje de muchos tipos de aves en sus movimientos migratorios y basta dar un paseo por el municipio para ver su interés.
Tienen murales, un gran y moderno centro de interpretación y hasta grullas gigantes, el animal por excelencia de los que pasan por allí, pintadas en paredes de casas vacías.
Aunque la joya de la corona está en la misma laguna. En medio de una de las zonas más olvidadas de Castilla y León el pueblo cuenta con un sistema de cámaras que graban y reproducen en calidad 4k y lo hacen en directo las 24 horas del día a través de un canal de YouTube, DirectoNatura. Un proyecto sin parangón, al menos en España.
De ahí que sospechen de ser el único humedal afectado por la gripe. «Tenemos unos 600 voluntarios en un grupo de Telegram que pueden controlar las cámaras, las pueden mover, cambiar la cámara, hacer zoom. Así dimos con la enfermedad», comenta Juan Carlos Rico, técnico de desarrollo del Ayuntamiento y uno de los que mejor conoce la laguna. Con estas cámaras han grabado, creen que es un documento casi único en el mundo, situaciones como la de una garza real que muere en pocos días víctima de la gripe.
Un ‘timelapse’ de cinco días que muestra en un minuto cómo el animal queda petrificado y cae fulminado por la enfermedad en medio de la laguna. «Aquí tenemos un seguimiento de la situación como prácticamente no se da en ningún sitio y en estos días las visitas en el canal se han multiplicado», comenta Rico. Eso ha ayudado a encontrar animales sospechosos que posteriormente fueron recogidos por las autoridades y llevados al Laboratorio Central de Veterinaria de Algete (Madrid) para confirmar la detección del virus de influenza aviar de alta patogenicidad (IAAP) H5N1.
Rico, ingeniero agrícola de formación, es otro de los vecinos apasionados por las aves y sabe que con esto hay poco que hacer más que aguantar el tirón. «Hemos puesto bandos para que la gente confine a sus gallinas y demás, que evite tocar o acercarse a especies silvestres que vean en malas condiciones…
Y hay poco más que hacer, esto lo traen las migratorias y eso sí que no lo puedes controlar», añade. Mirando a la laguna, solo queda esperar. «Al menos aquí tienen espacio, están lejos de la gente, por lo que no hay apenas riesgos para la gente, que ya de por sí son pocos, y no hay grandes explotaciones avícolas.
Lo que habrá que ver más adelante es si hay menos animales que otros años, porque muchos de los casos es imposible detectarlos al día incluso aquí, o se pierden en la laguna o se los llevan otros animales, en cuatro horas algo como una garza ha desaparecido». Su idea coincide con la del epidemiólogo veterinario de la Universidad de Zaragoza Ignacio de Blas Giral, que en conversación con El Confidencial es igual de tajante.
«Cuando un virus de este tipo aparece en aves migratorias olvídate de erradicarlo, solo puedes intentar evitar que afecte a tus explotaciones y aguantar». En ese intento de poner puertas al campo, el sistema solo puede controlar las zonas de especial vigilancia como La Moraña, evitando cualquier mezcla entre animales domésticos y salvajes, hacer escrutinios periódicos en esos espacios y explotaciones avícolas en zonas de riesgo y actuar con determinación cuando se detecte.
«Básicamente, tienes que acabar con todos los animales, si no lo hace el virus antes. Normalmente, la propia enfermedad en granjas cerradas con animales concentrados acaba con entre un 70% y un 90% de la colonia en 48 horas», añade De Blas.
España tiene un plan claro para este tipo de epidemias y desde el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación publican un informe recurrente con toda la información respecto a la situación epidemiológica de las IAAP en España y en Europa. El último, publicado el pasado día 20 de enero, apuntaba que «desde el comienzo de la actual temporada 2021-2022, el 1 de julio, hasta el 19 de enero de 2022 han sido comunicados a través de ADIS 780 focos en aves de corral (560 de ellos confirmados desde el 15 de noviembre) y 1.225 en otras aves no de corral (648 de ellos confirmados desde el 15 de noviembre)».
Italia es el país con más focos domésticos, 301, y Alemania el que acumula más detecciones en todo tipo de pájaros, con 652 focos notificados. España aguanta lejos de esos números con cuatro focos en animales silvestres y uno en aves de corral, pero eso no quiere decir que las medidas se puedan relajar.
Desde el 2 de enero se ha instado a confinar a las aves de corral para evitar el contacto con silvestres en diversas zonas de España y hay un nuevo plan para 2022 que establece la situación del país y las medidas a seguir o las zonas de especial vigilancia, entre las que se encuentran las lagunas de La Moraña y el resto de espacios donde se han encontrado focos.
Al menos hasta que pase el invierno. En el caso de Segovia, por ejemplo, además de detectar los casos y sacrificar a todos los pavos, entre otras medidas, se colocó un perímetro de 10 kilómetros en el que se vigilan más de 120.000 aves.
«Es una enfermedad muy recurrente y eso ayuda a que tengamos procesos muy depurados para minimizar problemas», señala De Blas. Hay hasta protocolos de vacunación para casos concretos y muy extremos en explotaciones avícolas, pero pese a todos esos protocolos, lo cierto es que a día de hoy si el virus salta en alguna colonia es imposible frenarlo.
De ahí que lo más importante esté en controlar aves de corral y, sobre todo, evitar cualquier contacto con humanos. «Los virus de la gripe mutan mucho y muy rápido y el mayor peligro de que se den estas epidemias y cada vez sean más y más grandes es que pueda mutar en humanos, ahí es cuando se podría liar», acaba De Blas, que recuerda que entre los pocos casos que se han dado de zoonosis, unos 400, el 60% ha acabado en muerte. «Es para tenerlo muy en cuenta».
De veterinarios a mecánicos a la caza del virus
Mientras el virus avanza por todo el mundo y se lanzan protocolos e informes para el control, el sistema de vigilancia se nutre de un entramado de veterinarios, expertos, investigadores, ONG y aficionados a las aves que se ponen de acuerdo para intentar seguir la pista de la ‘peste’. En zonas tan golpeadas por la despoblación y el abandono como La Moraña, un 43% menos de habitantes desde 1920, la vigilancia se complica aún más y piezas como la de Juan Carlos Rico, se convierten en fundamentales.
«Estamos en contacto continuo con otros humedales y parques y el canal de YouTube nos ayuda muchísimo a poder ver qué está pasando».
Junto a él, en la visita que hacemos al humedal, está otro de los nombres clave de la laguna, el de Aarón, un joven mecánico natural de El Oso y que en 2021 se aficionó a la ornitología y ahora va casi a diario a divisar los pájaros de la laguna, contarlos, analizar su situación o, simplemente, disfrutar de las vistas. Él, a sus 23 años, fue el primero en divisar que algo malo estaba pasando entre las aves.
Después llegaron las cámaras y el resto de ojos sobre la laguna. «Vi una ahí parada, enseguida se veía que algo raro estaba pasando y nada, llamamos a los veterinarios y demás», cuenta mientras no se separa de su pequeño telescopio colocado en uno de los observatorios de madera construidos junto a la masa de agua. A cientos de metros de distancia se aventura a señalar cada especie y hasta se está pensando una nueva inversión. «Es que cuestan un dineral todos estos equipos, pero este telescopio ya se me queda pequeño».
Su saber no nace de ninguna universidad, pero con este tipo de enfermedades silenciosas y tan difíciles de analizar uno puede tirar mucho de experiencia e intuición. Aarón mira al fondo y le espeta a Juan Carlos. «Hay muchos menos gansos que hace unas semanas».
¿Están ya emigrando? «No, yo creo que es por la gripe. Cuando murieron los primeros ya se fueron viendo menos, y ahora hay menos aún. Creo que se van por eso». Es imposible saberlo a ciencia cierta, dice Rico, pero habrá que estudiarlo. «Tendremos que verlo y compararlo con otros años, seguro que podemos ver si a estas alturas de enero ya había un número similar o muchos más».
En el pequeño observatorio, con el ruido de fondo de la charca, el congelador viento y la carretera que discurre el larguísimo llano abulense, se divisa un entorno lleno de vida amenazado por los propios animales que pastan en él y se entiende la dificultad de acabar con algo casi invisible.
Grandes ánsares pastan a lo lejos, mientras que patos cuchara y cigüeñas se mueven dentro del agua. Los postes de las cámaras aguantan firmes y camuflados y Aarón hace batidas buscando algo de acción «está la mañana tranquila, aunque ya se ven un montón de cigüeñas». «Hasta el invierno que viene no sabremos el daño que ha hecho la gripe, pero bueno la idea es que esta laguna cada vez vaya a más, hacemos lo que podemos», termina Rico.
Monumento a las grullas en El Oso. (Alejandro Martínez Vélez)
Albert Camus aseguraba en su libro ‘La peste’ que «todas las desgracias de los hombres provienen de no hablar claro». Ahora, con toda la pandemia del covid rodeando el día a día, en La Moraña no se caracterizan especialmente por guardarse las palabras o endulzar los comentarios, ni por intentar ocultar lo que se ve a simple vista, pero queda ver si basta con ir de frente para parar la desgracia. De momento Aarón sigue pasando las horas mirando por su telescopio y contando aves en El Oso. «Hay que observar al aguilucho lagunero. Mira cómo se ve que se mueve y parece que está bailando, por ahí pasa algo. Es la rapaz la que nos ayuda a encontrar lo que buscamos».
Fuente. ELCONFIDENCIAL.COM
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