La Asociación de Propietarios Rurales para la Gestión Cinegética y la Conservación del Medio Natural (Aproca), con el apoyo de la Fundación Biodiversidad y del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, ha editado un manual para formar a cazadores en la conservación de aves necrófagas en España.
La edición de este manual es fruto del proyecto que surgió a raíz de la regulación que las autoridades sanitarias desarrollaron ante la aparición de algunas enfermedades transmisibles entre cabañas ganaderas, principalmente la conocida como Encefalopatías Espongiformes de Transmisión ( EET), con el fin de evitar contagios entre el propio ganado y para los seres humanos.
El presidente de Aproca, Luis Fernando Villanueva, ha explicado que el cumplimiento de esta legislación sanitaria ha traído consigo restricciones en el depósito de cadáveres de reses en el campo y con ello, la reducción de una parte importante del alimento disponible para las aves carroñeras.
En la actualidad, ha recordado Villanueva, esta reducción está propiciando una afección significativa sobre algunas poblaciones de aves necrófagas amenazadas.
Ante esta situación, Aproca en colaboración con otras entidades del sector cinegético, especialmente con la Asociación Interprofesional de la Carne de Caza (Asiccaza), ha trabajado en los últimos años en convencer a la administración del desarrollo de la figura de “El cazador formado” dentro de los diferentes marcos normativos.
Tanto el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, como el Ministerio de Sanidad, han desarrollado dos reales decretos donde esta figura está desarrollada.
De este modo, el cazador formado o cazador con formación en sanidad animal pasará a ser el primer encargado de inspeccionar las piezas de caza en campo, una vez abatidas y previamente a su traslado a las salas de tratamiento de carne de caza.
Este cazador también hará posible una primera selección de las canales y la eliminación de las vísceras abdominales y otros subproductos no destinados a consumo humano, previo el transporte de los animales.
Será también responsable de velar por una manipulación higiénica de las mismas, desde su caza hasta su carga en el vehículo que las llevará a la sala.
De este modo, ha explicado Villanueva, su función por un lado permitirá la identificación temprana de enfermedades infectocontagiosas, ya que, ante cualquier sospecha lo comunicará a los servicios veterinarios oficiales y por otro, hará posible la utilización de los subproductos generados sin riesgo como alimento de las aves en lugares especialmente habilitados para tal fin.
Finalmente, con esta figura se facilitará la comercialización de pequeñas cantidades de piezas de caza a las salas de despiece.
Este proyecto, además de desarrollar el manual de formación de los cazadores, ha permitido impartir dos cursos pilotos, donde además de cazadores han participado personal de las diferentes administraciones públicas competentes regionales y nacionales.
El primero de ellos se realizó en el Instituto de Recursos Cinegéticos (IREC) de Ciudad Real y el segundo en la sede del Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida) de Gijón.
Además, durante el pasado mes de marzo, también se realizó una jornada de presentación para el sector cinegético.
Villanueva ha querido destacar que esta figura no sustituye en ningún caso al veterinario actuante en una cacería y que en todo caso viene a colaborar y ayudar en su función y en la mejora de la calidad de la carne de caza y en una correcta gestión de los subproductos.