Es evidente que si el equilibrio ecológico impera en la fauna acuícola la presencia animal en los ríos de la especie autóctona que sea estaría más que justificada. Pero a diferencia de otros países donde el exceso de una población truchera a consecuencia de una pesca sin muerte va a motivar la reintroducción de nutrias, aquí en la Península Ibérica la presencia exultante de cormoranes y en menor número de garzas están haciendo verdaderos estragos en las zonas de freza y alevinaje.
No deja de ser chocante como estas aves han logrado encontrar estos lugares situados en lo más recóndito de ríos y pantanos, allá donde nacen unos y en la cola o parte alta de los otros. Las garzas en mayor o menor número siempre se han distribuido por ríos y humedales, pero sus poblaciones han aumentado en número preocupante ocupando zonas donde su presencia nunca se había constatado.
En cuanto a los cormoranes a pesar de ser aves marinas han colonizado prácticamente todos los ríos de la cornisa cantábrica y muchos del interior. Los dos son grandes pescadores si bien el cormorán es mucho más cazador y preda infinitamente más. Nada debajo del agua como una nutria y llega a hacerse con especies de un tamaño considerable.
Por el contrario la garza limita su acción a pescar en las orillas donde el nivel de agua es bajo. Aguanta poco menos que momificada el tiempo que sea hasta que constata la presencia de la presa dentro del radio de acción de su largo cuello y poderoso pico. Aunque son conscientes de estos desmanes ninguna comunidad se atreve a tomar medidas sobre unas especies protegidas. Si bien lo de las garzas se puede admitir si la guardería las ahuyentase en invierno de los lugares de freza, allí donde hay poco agua.
Sin embargo con los cormoranes mucho más cazadores y numerosos habrá que tomar medidas que pretendan regular sus poblaciones. Hay medios para hacerlo. Lógicamente conllevaría gastos y molestias y no estaría bien visto por una sociedad sensible con unos animales hiperhumanizados y desconocedora de la realidad de los ríos. Nada más lejos de la voluntad de un cazador o pescador hacer él más mínimo daño a un animal sin interés cinegético alguno y de la belleza de esta joya biológica que son las garzas.
Y créanme, consecuencias aparte verle pescar a los cormoranes es todo un lujo para cualquiera que sepa valorar la dificultad que entraña desenvolverse debajo del agua con la velocidad y habilidad que lo hacen estos cuervos marinos. Pero la realidad no es más que una y el hombre una vez más debe ordenar lo que su progreso incontrolado ha desequilibrado. De lo contario a seguir repoblando con truchas de plástico hasta aburrir al personal, engordar a los lucios y aumentar el número de cormoranes.
¡Bueno! ¿Pero a que da mucha pena ver en la televisión a un cormorán impregnado de petróleo? …. Claro que sí …. ¿Quién arregla esto ….?