El mes de Septiembre para los ciervos es sinónimo de amor y lucha, a nada que bajen las temperaturas y afloren las primeras lluvias entrarán en celo. En la zona sur más temprano que en la norte. Se trata de la brama o berrea, un estado de máxima excitación sexual en la que ciegos de pasión reclamarán a las hembras con profundos bramidos hasta formar un harén cuanto más numeroso mejor. Hasta 50 ciervas puede cubrir perfectamente un buen macho. Ahí es nada. Tela, mucha tela. Una vez reunidas el mayor número de hembras, tratará de defenderlas con todas sus fuerzas ante posibles competidores. Es la ley del más fuerte, aquel que la Naturaleza mejor le ha dotado para procrear animales vigorosos.
El cazador por su parte aprovechará esta ocasión para ejercer una modalidad centenaria como es el rececho, donde prima la captura de animales con cuernas defectuosas y aquellos otros que han entrado en regresión y puedan suponer un problema de consanguinidad entre la población cervuna. Es la gran oportunidad para el recechista, no en vano animales inaccesibles durante todo el año sumidos en lo más frondoso del bosque, denotarán su presencia con roncos bramidos guturales antes de iniciar el berrido final.
Pero esto que así contado puede parecer fácil para un profano venador no lo es tanto, ni mucho menos. Porque aunque los machos pierdan parte de su instinto de conservación, las ciervas que cobijan al sultán, mantienen las orejas bien tiesas. Ante cualquier ruido o movimiento extraño iniciarán la fuga arrastrando al galán de turno. De ahí que el cazador debe estar sigilosamente en el lugar querencioso antes del amanecer, para intentar sorprender y no ser sorprendido.
Una vez localizado el animal el acercamiento siempre difícil, debe efectuarse con el viento de cara y el sol de espaldas, muy despacio, mirando donde se pisa para no hacer el más mínimo ruido y aprovechando toda la protección que la orografía del terreno lo permita. Una vez a tiro, es prudente tranquilizarse, porque la patata revolucionada es mala compañera en el momento de doblar el dedo, por mucho que se tenga un punto de apoyo para el rifle. En nuestra comunidad los montes del Gorbea cobijan una población importante de ciervos bien gestionada por las distintas sociedades del entorno, entre las que destaca la de Murguia.