Ecologistas apuestan “vallar los campos y técnicas con ultrasonidos” para evitar daños de los conejos
Cuando los romanos llegaron la península la nombraron Hispania, que significa tierra abundante en conejos. Los campos de la Comunidad Valenciana son testigos de ello. La Consejería de Medio Ambiente ha notificado este miércoles que 21 municipios se añaden a la lista de zonas con sobrepoblación de esta especie endémica. Con casi mil hectáreas más con exceso de conejos, un 6% más que en 2018, los daños en los cultivos agrícolas han aumentado. Sin embargo, estos mamíferos fueron declarados como especie en peligro de extinción por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza el pasado diciembre. La administración local, al igual que otras comunidades autónomas, estudia cómo mitigar los daños y controlar la plaga que se concentra en determinadas zonas mientras que los conservacionistas intentan repoblar el monte donde su presencia es necesaria para alimentar a decenas de especies.
Los campos de naranjos valencianos son un indicador de la abundante presencia de estos mamíferos. Los troncos, carcomidos en la base, son uno de los muchos daños que dejan en los cultivos. Para Rubén Villanueva, portavoz de la Federación de Cooperativas Agro-alimentarias de la Comunidad Valenciana, no se trata de un problema puntual. “Es una cuestión que llevamos denunciando con asiduidad desde hace tiempo”, asegura. Pese a que el descontrol de la población de conejos afecta todos los años a los agricultores, este año con el estado de alarma ha sido aún más difícil mitigar su impacto. “Durante los meses del confinamiento, al estar limitada la actividad, hubo problemas de control y permisos con las partidas de caza y generó el caldo de cultivo. Entonces la fauna de conejos, jabalíes y otras silvestres crecieron”, relata Villanueva. Sin tránsito en las calles, los animales salvajes encontraron en los caminos rurales más libertad para moverse y alimentarse, y los conejos colmaron las calles de los municipios rurales.
Para Ramón Pérez de Ayala, responsable de grandes carnívoros en la ONG Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF en sus siglas en inglés), los conejos representan la mitad de su trabajo en la conservación del lince ibérico. “Son la base de la cadena trófica. En España hay al menos 36 especies que se alimentan de ellos y el lince basa el 90% de su dieta en esta especie” No son los únicos. Otros animales representativos de la biodiversidad española, como el águila imperial, el buitre negro o el águila perdicera dependen de ellos. “Además, los conejos de monte son ingenieros de los ecosistemas porque modifica la composición del suelo, la florística y sus madrigueras sirven de refugio a otros muchos organismos”, añade Ayala.
Sin embargo, mientras los agricultores se quejan de los destrozos por las sobrepoblaciones de conejos en el campo, en el monte decrecen en número y alarman a los conservacionistas.
– ¿Cómo puede estar en peligro de extinción una plaga?
– A largo plazo, todas las poblaciones caen en picado. Hemos perdido un 70% de conejos en los últimos 10 años en toda la península, pero concretamente en los cultivos proliferan como locos.
Los conejos solían encontrar en los pequeños campos del monte comida y refugio. Con el cambio en el uso del suelo, esta especie se ha trasladado a las grandes extensiones de cultivos donde encuentran cobijo sin depredadores. Pese a que la fiebre hemorrágico vírica devastó las poblaciones que existían en el monte, las que habitan en los campos agrícolas solo se vieron reducidas y se recuperaron con facilidad gracias a su abundancia en número. Para la conservación del lince supuso un golpe, ya que Ayala pasó de contabilizar 60 cachorros en 2011 a apenas 15 al año siguiente.
El responsable de WWF insiste en que la caza no es la mejor solución. “El sector agrícola pide caza porque es lo que menos esfuerzo les supone a ellos pero es pasarle la pelota a la administración y los cazadores”, insiste, y añade que “para controlar la población se necesitaría tanta caza que sería inviable”. Las alternativas que enumera Ayala pasan por “vallar los campos, utilizar técnicas con ultrasonidos o repelentes” o incluso la “huronería”: espantar a los conejos metiendo hurones en las madrigueras para capturarlos y repoblar el monte.
Los viñedos que colman el paisaje en la región de Utiel-Requena han sido víctima de la supervivencia de los conejos en Valencia. Estos roedores se alimentan de las plantas más jóvenes con brotes tiernos y destruyen parte de la producción vitícola de la región. Villanueva insiste en que a los agricultores lo único que necesitan es que se tomen medidas para resolver el problema. “La solución está en partidas de caza controladas sin diezmar la población y, si hay alternativas, que se pongan en marcha”, sentencia.
Fuente. elpais.com