Con la llegada del veranillo de San Miguel, estamos disfrutando de unas jornadas de pesca realmente interesantes, los ya comentados txipirones van creciendo y gran parte de los espáridos que pueblan nuestras aguas van acercándose a tiro de caña.
Con unas gusanitas y muchas ganas de hacer algo interesante nos dirigimos al punto de pesca, a primera hora de la mañana antes de amanecer, nos dedicamos a sacar unos pocos txipis, para comer y otros para cumplimentar la carnada que llevábamos; en total salieron cerca de 15 unidades de porte medio en poco más de una hora.
Tras ver que al parecer había pasado la hora de los tentáculos, armamos tres cañas para pescar a fondo, tras cebar la primera y lanzarla nos dispusimos a montar el resto, pero sin apenas pasar unos pocos minutos comenzó a cantar el carrete esa gran melodía que a los melómanos de la pesca tanto nos gusta, “¡madre mía si nos ha sacado unos 30 metros sin darnos cuenta!” tras agarrar la caña y apenas pelear dos minutos con lo que estuviese al otro lado de la línea… “¡¡¡ljnkdugefuigfge qué mala suerte!!!”… partió un 0.50 de rigor y calidad sin ni siquiera despeinarse…
Una vez pasado el estupor volvemos a montar la caña y la lanzamos ya junto con las otras dos y… ¡¡ZASS!! De nuevo otro picadón digno del más placentero de los sueños, y de nuevo la misma historia: una carrera digna de los mejores F1, y el hilo de nuevo vuelve a partirse de ¡¡forma incomprensible!!
Con la cabeza loca y una impotencia enorme volvimos a encarnar y a lanzar las cañas y nuevo otra picada similar aunque algo más suave, tras pelear y sacar el pez de fondo, ésta parece que iba a ver el sol, era un dentón de 2 kilos pasaditos, con gran emoción volvemos a lanzar y ha intentar coger algo más ya que, a día de hoy, una jornada así es bastante atípica.
Tras el paso de una hora más, y sacado un pequeño sargo, retornamos a puerto con la sensación de haber perdido una de la oportunidades de nuestra vida y pensando en el peso de esos más que probables dentones de varios kilos.
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