La pasada semana, varios miembros de Adecap Gazteak se reunieron en Guadalajara con integrantes de otras asociaciones españolas de jóvenes cazadores para buscar soluciones a un problema que el alavés Iker Ortiz de Lejarazu, de 24 años, resume en una frase: «Cazar es caro y está mal visto».
Él empezó a acompañar a su padre a los nueve años y a los 14 se sacó el permiso de armas.
La suya es una de las 46.000 licencias concedidas en Euskadi, aunque el número de cazadores vascos es muy superior: unos 60.000, ya que una gran mayoría no ejercita esta actividad en la comunidad autónoma, que ofrece pocas alternativas, y se desplaza a Navarra, La Rioja y Castilla.
En la comunidad autónoma vasca conviven dos realidades diferentes. En Bizkaia y Gipuzkoa impera la caza libre o controlada, «lo que hace más fácil empezar, basta con pagar los 12 euros de la licencia», dice Iker. Pero en Álava, al igual que en la mayor parte de España, sólo se puede cazar en acotados, con todos los gastos que conlleva. «No estamos en contra, un coto es la mejor fórmula para gestionar la biodiversidad en el medio rural», puntualiza Ortiz de Lejarazu. «Pero la Administración nos impone cantidades astronómicas e innegociables para inscribirnos. Nos sentimos perseguidos: se hace responsable al cazador de los daños a los cultivos, al ganado, de los accidentes de tráfico aunque no se produzcan en días de caza… parece que el cazador sólo está para pagarlo todo».