Treinta años como agente forestal y toda una vida recorriendo los bosques y riscos, los caminos y senderos, avalan la opinión de Domingo Covaleda. Como él mismo asegura, fue poco al colegio, «pues ya desde niño tuve que buscarme la vida como pastor, pero por mi trayectoria personal y profesional conozco esta zona palmo a palmo».
Cuando lo consideró oportuno se preparó para entrar en el cuerpo de Forestales y ha llegado a dar cursos de formación a sus compañeros. Jubilado hace siete años, este viniegrés considera la posible declaración de la zona del Alto Najerilla como Reserva de la Biosfera una buena noticia.
La caza, el aprovechamiento de la trufa y las setas, la ganadería tradicional en una zona que disfruta de los mejores pastizales de montaña de La Rioja, y probablemente de España, se verán sin duda revalorizados tras la declaración de la UNESCO. «Desde mi punto de vista, considero que la ganadería, tanto de vacuno como de ovino, deberían continuar su actividad. En cuanto a la fauna salvaje», continúa Covaleda, «el jabalí ha bajado mucho debido a la proliferación del venado, que se come la bellota».
Covaleda también lamenta el notable descenso en los últimos años del número de águilas reales, así como las ratoneras y culebreras. Pero las Siete Villas disfrutan asimismo del gato montés, el hurón, la jineta, «y un sinfín de especies que, aunque no se dejen ver con facilidad, viven repartidas por nuestros bosques».
Una tierra llena de riqueza animal y vegetal entre la que destacan los tejos del Urbión, «una variedad que habría que cercar para evitar que el ganado se la coma y así se lo hice saber a Miguel Urbiola en una entrevista que mantuve con él el año pasado». Además», enumera el agente jubilado, «tenemos magillos, hayas, robles, quejigos, pinos de varias clases… Hay prácticamente de todo, aunque sería interesante incrementar la presencia de algunas especies como el haya, que se da muy bien en los umbríos».
Pero tal consideración no es refrendada por todos los vecinos en igual medida, «pues el que se dedica a la ganadería no está por la labor de repoblar, y creo que es una pena», lamenta Covaleda. «Por otra parte, la ganadería se ha visto muy mermada, pasando de una cabaña de miles de ovejas a tan sólo quinientas cabezas». El ámbito ganadero, temeroso también de la presencia del lobo, es quizás el más reacio al proyecto. «Pero pienso, como la mayoría de los vecinos, que se trata de una inciativa que va a favorecernos a todos. Yo he sido ganadero y siempre he optado por plantar árboles para mantener el terreno. Ambas cosas puedes coexistir», asegura.