Hay grupos de ecologistas y
grupos de grupos de ecologistas, algunos son
moderados y se han creado en nuestra
comarca, como ANA (Asociación
Asturiana de Amigos de la Naturaleza), y otros
son radicales.
Ante programas como el de la
organización ANADEL
(Asociación Nacional Animales con
Derechos y Libertad) uno se queda un poco
estupefacto. ANADEL lucha contra los
espectáculos con animales (corridas de
toros, circos?), contra la industria peletera,
contra el consumo de carne animal (los
animales no son comida: «En Anadel
defendemos una dieta vegetariana o vegana,
libre de crueldad»), contra la
experimentación con animales, contra
el comercio con animales (exóticos o
domésticos), «Contra los zoos y
demás cárceles de animales»,
contra la caza y pesca y «en general contra
cualquier actividad que atente contra los
derechos de los animales».
Para el ciudadano de a pie estas cosas
pasan un tanto inadvertidas y simplemente se
las deja estar pensado que algunos aún
no se han dado cuenta de que los Reyes Magos
son los padres. Pero cuando nos topamos de
frente con sus acciones contra uno de nuestros
paisanos nos damos cuenta de que pueden
hacer daño. Es lo que se califica como
ecologistas de moqueta que vienen darnos
lecciones. Es decir que, de acuerdo con su
programa, habría que dejar a las
gentes de aldea sin medios de
producción en carnes y aves porque
atentan contra los derechos de los
animales.
Lo grave es que estas formas de activismo
radical exijan «derechos» para los animales
porque, propiamente hablando, sujeto de
derecho solamente es un ser humano, una
persona. Entonces, uno no puede dejar de
preguntarse por lo que nos están
vendiendo. Es decir, que si yo defiendo para
un animal lo que solamente es defendible para
un ser humano estoy elevando al animal a la
condición humana o rebajando al ser
humano a la condición animal. Todo
indica que para algunos la diferencia entre un
ser humano racional y un animal es
meramente de grado, es decir, que con
algunos miles de neuronas más
podría ser un orangután el que
escribiera este artículo.
En ocasiones grupos como éste
vienen acusando a uno de nuestros paisanos de
maltrato animal y eso teniendo en cuenta que
para ellos el simple hecho de que un animal
esté confinado en un recinto ya se
considera maltrato, porque los animales tienen
derecho a estar en libertad. Con ello parecen
decirnos que las autoridades competentes
como el Seprona o la Consejería no
hacen su trabajo como cabría esperar
de ellos. Sobre todo, el modo en que
actúan, poniendo denuncias a diestro y
siniestro, parece que tendría que
movernos a la contrición y al
arrepentimiento. ¿No es un poco
avasallador el comportamiento que suelen
tener? ¿Tienen que venir los de fuera a
darnos lecciones morales? ¿Con su
actuación no parecen decirnos que, en
lugar de defendernos, tendríamos que
agachar la cabeza avergonzados?