Si no hay dinero en casa
tampoco lo hay para pagar una licencia,
comprar una escopeta o disponer de la
munición necesaria. Y mucho menos
para tener perros, darles de comer y llevarlos
al veterinario.
Esto hace que el número de
participantes en campañas de caza
como la iniciada el domingo se vea claramente
reducido, al igual que van a menos los
integrantes de las diferentes sociedades de
cazadores, cotos o tecores. La consecuencia
inmediata es que hay menos dinero para
repoblar los montes y claro, los conejos,
también afectados por las
enfermedades, brillan por su ausencia.
La nueva temporada de caza
comenzó este domingo, y en el caso de
O Salnés lo hacía con 550
escopetas menos que en el año 2007.
Solo 648 cazadores de esta comarca y 117 de
los municipios del Ullán han retirado los
permisos necesarios de Medio Ambiente para
poder salir al monte.
Y tras empezar la campaña se
confirmaron los peores augurios. Aunque
algunos dicen que vieron más conejos
de lo que esperaban, son los que menos. La
mayoría de los tiradores aseguran que
apenas se ven piezas, y los problemas que
parece atravesar la caza menor se extienden a
la mayor.
Una de la explicaciones de este declive son
las enfermedades, capaces de mermar
considerablemente la población de
conejos e incluso de aniquilar la especie. La
otra razón de la agonía de la
caza, según reconocen los propios
cazadores, es la crisis. El argumento es tan
lógico como contundente: «Si no
tenemos para comer, ¿cómo
vamos a gastar en caza?».
Y no es un argumento nuevo, ni mucho
menos, pues hay que recordar que desde hace
unos años esa misma crisis hizo que se
redujera notablemente la participación
en citas tan consolidadas a nivel nacional como
el campeonato de tiro a vuelo de la isla de A
Toxa; al igual que bajaron las inscripciones en
otras pruebas similares a lo largo y ancho del
país.
Alfonso Carballa Fernández, un
cazador de Meis que el domingo salió al
monte de Castrove, es de los que opinan que
la difícil situación
económica que «ahoga» a buena parte
de la sociedad influye directamente en la
actividad cinegética.
En su caso concreto explica que tras
disparar y matar un conejo vio aparecer otro a
escasos metros, pero optó por no
dispararle «para dejarlo para otro día o
bien para que pudiera tirarle otro cazador, ya
que todos tenemos derecho a disfrutar de
nuestra pasión».
Su explicación es que «hay muy
poca cosa en el monte, tanto en caza menor
como en la mayor, y de hecho en el
término municipal de Meis apenas
deben de quedar tres o cuatro
jabalíes».
Al ser preguntado por las razones que
rodean tanto a la disminución de piezas
como de licencias, responde que si no hay
presas y ni siquiera existen rastros que seguir
«te aburres en el monte y te vas a casa antes
de tiempo o ya no vuelves otro
día».
Es entonces cuando reflexiona en voz alta
para explicar que la reducción de
licencias a la que se aludió el domingo
en FARO DE VIGO «tiene su explicación
en la crisis, pues si no hay dinero para otras
cosas o incluso para dar de comer a la familia,
mucho menos lo vas a tener para
cazar».
Y este vecino de Meis añade que «la
caza siempre fue parta ricos, ya fueran condes,
príncipes o reyes; y es evidente que en
tiempos de crisis vuelve a serlo». Todo porque
«resulta muy caro mantener los perros,
adquirir la munición, pagar licencias,
tener una buena póliza de seguro y
disponer de todo lo necesario para salir al
monte con garantías y tranquilidad».
Esto hace que «muchos de los que tenemos
afición por la caza intentemos aguantar
todo lo que podamos, pero lógicamente
si no podemos mantenerlo hay que
dejarlo».
Otros cazadores consultados dicen
prácticamente lo mismo. «Nos gusta
mucho cazar y estamos todo el año
esperando a que llegue la temporada; pero las
cosas están muy mal, tenemos hijos
que alimentar y la crisis nos ahoga, por eso
algunos dejan de subir al monte y otros
venimos mucho menos que antes», explicaba
uno de los tiradores que el domingo peinaron
Xiabre.
«Si no hay dinero para adquirir el material
y repoblar los montes nos encontramos con
muchas jornadas en las que nos vamos de
vacío y ni siquiera vemos una sola
pieza a la que disparar, por eso la caza deja de
tener interés para muchos y cada vez
se piden menos licencias», sostiene otro de los
cazadores de Vilagarcía, quizás
uno de los más veteranos de la
comarca de O Salnés.