«Bueno, para ser consecuentes, ¡molestos UPA-COAG o Asaja! ¿Con quién? Con nosotros los cazadores en general y particularmente con la Federación de Caza de Castilla y León y con su Presidente, a raíz de los últimos artículos donde expresamos nuestra opinión sobre la gravísima crisis que atraviesa el agro español sin excepción y que está haciendo que nuestro medio ambiente pierda muchas especies antaño abundantes en parte por culpa de una agricultura demasiado beligerante y casi siempre intolerante con toda propuesta que no signifique aumentar la producción de su cosecha.
Esta Federación y su Presidente están informados, y muy bien, sobre los productos que se utilizan como pesticidas en el campo y de los efectos que estos producen en las especies silvestres. La Fundación para el Estudio y la Defensa de la Naturaleza y la Caza (Fedenca) viene realizando anualmente estudios a nivel nacional que ya han denunciado insecticidas letales para la perdiz aunque legales como el Imidacloprid, o fungicidas como el Tiram.
Parece mentira que estos dos productos tan dañinos estén autorizados en Europa y en España, lo que nos hace sospechar que priman más los intereses comerciales que los medioambientales. A todo esto ¿qué hacen los sedicentes custodios y defensores de la naturaleza, además de denunciar nuestras órdenes de caza?
Acabamos de sobrevivir a las últimas previsiones catastrofistas relacionadas con el mundo Maya, que tal vez sólo están mal interpretadas. Puede que ese holocausto, en caso de no remediarlo, no sea el rápido desastre bíblico de terremotos y fuego caído del cielo; es más fácil que sean nuestra propia estulticia y egoísmo los que terminen con nuestra especie como ya está acabando con los demás seres vivos del planeta.
Miren ustedes: los cazadores no somos responsables de la desaparición de especies, y en el mundo cada vez son más las voces que reconocen este hecho. Las especies objeto de caza, precisamente gracias a la dedicación y recursos de muchos cazadores, tienen muchas veces oportunidades de salir adelante por el hecho de ser más rentable la actividad cinegética que la actividad agrícola en algunos territorios.
Que no nos engañen. Nuestras aguas están terriblemente contaminadas por metales pesados, nitratos y azufres. Los cereales, frutales, huertas, están tratados y curados con fungicidas, pesticidas, plaguicidas (legales y no legales). Y son tantos y tan variados los tratamientos que reciben nuestros alimentos que ya es muy difícil poder adquirir productos con un tratamiento realmente ecológico. Y mientras tanto, se orienta a la sociedad a buscar culpables en aquellos que lo único que pretenden es seguir utilizando la naturaleza y sus seres de una manera sostenible
Los cazadores avanzamos cada día más en preparación y conocimiento del Medio, y observamos cuanto ocurre a nuestro alrededor siendo cada vez más críticos con nuestras propias gestiones y ordenamientos en materia cinegética. Denunciamos los planes cinegéticos que poco contribuyen al desarrollo de nuestros acotados, y que muchas veces constituyen meros formalismos para recaudar dinero de los cazadores sin evitar que todo se esté yendo al traste por culpa de unos y otros.
Epidemias soportadas por conejos o liebres; semillas tratadas con insecticidas letales que diezman a nuestras aves; eliminación de setos y linderas; exigencias en la identificación de parcelas que obligan a laborearlas en época critica para la reproducción; usurpación de cañadas y vías pecuarias, borradas del mapa por el arado; arroyos y manantiales cegados y eliminados. No pararíamos de contar los atentados gravísimos que se producen contra el patrimonio de todos, no sólo de los siempre sufridos agricultores.
El campo soporta demasiado. Es difícil distinguir qué problema es más urgente solucionar. Este año, la perdiz roja ha disparado todas las alarmas. Ante este hecho, anunciado desde tiempo atrás, unos y otros hemos ido tirando como podemos: dejamos de cazar en los cotos que gestionamos, reducimos jornadas, pero las perdices siguen desapareciendo. ¿Qué pasa? ¡Pues que visitamos al doctor cuando el paciente ya está difunto y por muchas medicinas que le apliquemos ya no hay remedio. Pregunta un diputado del PP a nuestro Congreso de los Diputados el pasado mes sobre el estado de nuestras patirrojas, y la pregunta se queda en el aire, ¿será por no merecer respuesta?, ¿será por falta de interés?, el caso es que nuestras perdices se encuentran en una situación límite, cerca de la espiral del no retorno.
También debemos entonar el “mea culpa” desde nuestro colectivo. No comprenderemos jamás ese desafecto de algunos cazadores por nuestros recursos. Todos los renovables y más los cinegéticos son una fuente de incalculable valor sobre todo para el medio rural. Debemos olvidarnos de la idea de que la caza es gratis; nacidos, casados o residentes se arrogan de potestades y derechos (no deberes) sobre la caza que imposibilitan la gestión y desarrollan en ocasiones una mal medida ansia de posesión y uso de todos los aprovechamientos sin valorar su justiprecio. Las cosas tienen que cambiar para mejorar las acciones y el justo reparto de las cargas, pero el pequeño coto de caza de un término municipal no puede proteger como debiera a una población animal. Se tiene que intervenir en unidades de gestión territoriales más amplias que doten de recursos y medios a sus gestores.
Tal y como se realiza la gestión, en muchos cotos de caza se está eliminando para siempre al cazador que no tiene la suerte de haber nacido en un pueblo. Se impide así la entrada a personas no residentes a no ser que paguen desorbitadas sumas por la tarjeta correspondiente. Esto hace que los que nutrían con sus caudales y posibilitaban la explotación del coto en momentos como los actuales de grave crisis económica, se retiren de la caza. La menor siempre ha tenido este carácter social que los años de bonanza han convertido en artículo de lujo, y estos cazadores, la mayoría urbanos abandonan masivamente el ejercicio venatorio, y esto implica la pérdida de rentabilidad para el agricultor y que este actúe sin el mimo requerido en la protección de las especies en los usos agrícolas.
Cazadores y agricultores no somos adversarios. Todos navegamos en el mismo barco aunque el barco navegue por aguas negras. Lo que necesita nuestra naturaleza es más dedicación y que podamos dejar a nuestros hijos un patrimonio no solo material, también de ética, tradición en usos y aprovechamientos tradicionales, para que sientan y obtengan las mismas sensaciones y beneficios que nosotros sus padres hemos disfrutado».
FEDERACIÓN DE CAZA DE CASTILLA Y LEÓN