Club de Caza.- Acudo hoy a esta página de una manera breve, pero intensa. Acabo de leer una noticia de EFE cuyo titular es: ‘Denuncian que la Federación de Caza entre en el Consejo de Naturaleza’.
El teletipo continúa: Ansar, Ecologistas en Acción y SEO/BirdLife han denunciado hoy el nombramiento del presidente de la Federación Aragonesa de Caza como representante del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón en cuestiones ambientales y de sostenibilidad en el Consejo de Protección de la Naturaleza (CPN). (…) En opinión de las organizaciones denunciantes, este hecho supone ‘una grave dejación de funciones y obligaciones’ por parte del Departamento de Medio Ambiente. Asimismo, consideran que es ‘especialmente grave’ dado que la Federación Aragonesa de Caza ‘no representa el sentir de la sociedad aragonesa’.
Argumentan que la Federación Aragonesa de Caza defiende tesis sobre la práctica cinegética que conllevan un daño ambiental y son contrarios a la conservación de especies «muy amenazadas, como el urogallo o el oso», toda vez que añaden que «igualmente presionan para que los derechos de los no cazadores sean obviados a la hora de regular la práctica cinegética».
¿A qué derechos se refieren? ¿A los que ellos se pretenden autoconceder como dueños de una naturaleza que se han inventado? ¿O a esos derechos que todos los españoles tenemos gracias a nuestra democracia? Me pregunto esto, porque da la casualidad de que hay un artículo en nuestra maravillosa Constitución —concretamente el número 14—, en el que reza: Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
Efectivamente, un cazador tiene los mismos derechos que un aficionado al fútbol, al tenis, a las partidas de mus o al ecologismo. Y tiene el mismo derecho a ocupar un puesto institucional, máxime si es un experto conocedor de la materia que tiene que abordar.
Protestar, presionar y tratar de hacernos comulgar con ese manido dogma de que los cazadores amenazan a las especies amenazadas y que sólo ellos deben de formar parte de los órganos del poder para salvar el mundo —y autoconcederse subvenciones— es algo más propio de otros sistemas políticos. Es una actitud inquisidora, totalitaria, nazi y democráticamente vergonzosa. Es algo que me da náuseas, no como cazador, sino como ciudadano de un país libre y democrático que quiere que siga siendo libre y democrático a pesar de las canalladas de este tipo de lobos con piel de cordero.
Porque uno ya está harto de verse insultado sin motivo, porque sus dogmas ya aburren, sus juegos demagógicos hastían y bajo ningún concepto podemos permitir que sigan vendiendo que un ciudadano cazador es un ciudadano de segunda. Basta de mentiras. Basta de mentirosos. Es hora de que entre todos detengamos a este atajo de discriminadores.