A la actual temporada de caza no le quedan más que dos fines de semana en algunos cotos, mientras que en otros territorios se habrá terminado en poco más de un mes. Enero arriba, las horas de luz van creciendo, la climatología está resultando favorable y los cazadores apuran una barbaridad en el monte.
La mayoría de las cuadrillas regresan de noche en su intento por conseguir el cupo de cuatro, cinco o seis jabalíes, según dictamine la normativa interna de cada sociedad cinegética.
En Piloña, el pasado fin de semana se dieron un atracón cinegético las cuadrillas capitaneadas por Arturo Nicolás y Martino, que estaban de vuelta cuando la oscuridad ya se había apoderado de la capital del municipio. A la luz de las farolas de Infiesto se pudo comprobar que cada una de las palomillas regresaba con seis verracos, extraídos de los lotes de Cayón y Anayo, respectivamente.
En el concejo de Llanes un macareno quedó herido de consideración en la noche del sábado y fue necesario acudir a recuperarlo al día siguiente. Eso le sucedió al grupo de Manolín García, cuyos cazadores, a cuchillo, cobraban el gorrino el domingo en Sierra Plana.
Aunque el final del curso esté a la vuelta de la esquina la campaña no va nada mal. Hasta el momento, en los 14 espacios de la comarca se llevan tumbadas 2.377 piezas: 1.859 jabalíes, 284 corzos, 149 venados, 51 gamos y 34 rebecos. Cantidad y calidad.
Y en el tiempo de veda el más importante partido para los cazadores se va a jugar en los despachos, con la posible modificación del Reglamento de Armas, cuya letra presagia la prohibición en España de más de 800.000 escopetas semiautomáticas y 65.000 rifles.
¿El culpable? El artículo 5 del citado reglamento que parece conducir a la prohibición de escopetas y rifles semiautomáticos cuya capacidad sea superior a tres cartuchos, incluído el de la recámara, y cuyos cargadores sean móviles, extraíbles y hasta fijos. En este último supuesto cuando puedan ser alterados por herramientas normales, como un destornillador, para poder realizar más disparos.