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De patrulla en la berrea

A la una de la madrugada de un día de berrea el firmamento es un mar de estrellas pero hace frío. En un camino de parcelaria entre Manurga, Murua y Ondategui, al silencio le sigue una sinfonía de broncos gemidos de amor. El especialista cuenta hasta once voces diferentes alrededor, que responden a la fuerza de la sangre y el instinto. Es tiempo del celo del ciervo en el parque natural del Gorbea, pero también en los campos y bosquetes de sus estribaciones que se abren camino hasta Vitoria. Cinco semanas entre el 2 de septiembre y el 9 de octubre en el que se asiste al mayor espectáculo imaginable en el bosque.

A las 20.30 un todoterreno del Grupo de Apoyo a Medio Ambiente (Gruma o Gama) de los Miñones, un escuadrón exclusivo de Álava, alcanza la alambrada de espinos que marca el área militar en el monte Araca. A pesar de que entre este punto y el límite prohibido a los vehículos durante la berrea hay 7 kilómetros en línea recta, los venados entran como Pedro por su casa. «Saben que están muy tranquilos y es buen monte, con alimento», dice M., uno de los miñones. Conocen cada camino, cada finca, cada árbol de la zona. Es una de las características del grupo. Gente que ama y conoce la tierra que pisa.

Machos con harén

La patrulla sigue por caminos de parcelaria y carreteras secundarias de Mendarozqueta, Miñano Menor, Ciriano, Buruaga, Berricano, Eribe, Cestafe, Elosu…..la superficie en la que se mueven los ciervos es muy amplia. Coincide con el frente de guerra de 1936. Estos montes están llenos de búnkeres y trincheras. De vez en cuando, los focos del vehículo fijan la atención de algún macho con su harén. Impresiona verlos tan lejos del bosque profundo del Gorbea. Se escapan a la carrera como estrellas fugaces. Tienen cuernas impresionantes. Se ven también jabalíes, gatos asilvestrados, codornices y la curiosa chotacabras, que R., el otro miñón denomina engañapastores, un ave de extrañas costumbres con leyenda propia. La noche es el momento de los animales.

El objetivo de tanto despliegue -hay otra patrulla ‘verde’, además de los guardas alaveses y se coordina la labor con los guardas de Bizkaia-son los cazadores furtivos. Su persecución es el objetivo número uno, aunque se vigila todo lo que puede alterar la paz del apareamiento de los cérvidos.

«En lo que llevamos de berrea no hemos detenido a ninguno, pero sabemos que vienen y que tienen ganas de disparar. Hemos hecho algunos seguimientos infructuosos. Pero eso se llama prevención», comenta Celestino Garrido, jefe de Miñones.

Sin embargo, la nueva policía verde ya ha abierto expedientes que pueden acabar con más de 12.000 euros de multa a dos cazadores ilegales. Ocurrió el mes de julio en Araia y en el Gorbea. No se hallaron los cadáveres de los venados pero sí los rifles. Uno de ellos lo tiró por la ventana de su coche. Hubo colaboración ciudadana.
A pesar de que hay quien cuestiona la presencia de entre 400 y 500 ciervos ibéricos en la vertiente alavesa del Gorbea porque fueron reintroducidos en los años sesenta, la Diputación alavesa siempre se ha tomado muy en serio proteger al llamado rey del bosque. Con sus 200 kilos de peso es el animal salvaje más grande que habita en el territorio y su gestión no es tarea fácil. Tiene que haber un equilibrio poblacional entre machos y hembras y la especie no puede aumentar en cantidad porque no tiene un depredador natural aunque en algunas ocasiones el lobo ha llegado a estos terrenos. Su expansión podría provocar graves daños en la agricultura.

«No perturbar» a los venados en este momento crítico de su reproducción es el lema de cada campaña. Las restricciones al tránsito rodado en las pistas de todas las estribaciones del Gorbea se sitúan en una mancha que limita al Norte en la divisoria entre Álava y Bizkaia. Al Este en la pista de acceso a las canteras. Al Sur, la A-3610 que une Murgia y Gopegi y la autovía de Altube. Al Oeste la pista paralela al río Bayas que sale desde Sarria.

Visores nocturnos
 
La brama está en su apogeo pero los agentes tienen otro objetivo: cazar al cazador. Observan todos los coches, sus movimientos. Si se paran y dónde, si foquean las piezas con sus faros para divisar a los venados. A menudo apagan la luces y se juegan literalmente el tipo en busca de una posición favorable que les permita coger ‘in fraganti’ al furtivo. Esta noche, como otras muchas, hay vehículos en los arcenes de áreas de paso de cérvidos. «Pasamos horas quietos, camuflados en la noche, vigilantes a la espera de cualquier movimiento. De entrada no sabemos si estamos ante un grupo de ilegales o gente que simplemente disfruta de los sonidos de la berrea», explica M., uno de los agentes. La noche avanza. El monte se llena de ecos estremecedores. Los agentes registran varios vehículos. Les gustaría tener visores nocturnos.

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