La escopeta es una seña de identidad básica en una actividad de inequívoca proyección social como la caza. En la época de Alfonso XIII la mayor parte de los invitados a las cacerías en las que participaba el Rey portaban escopetas Sarasqueta. A día de hoy esas armas siguen siendo un valor seguro en cualquier evento cinegético. «Si te presentas en un ojeo con una pareja de Sarasqueta estás diciendo a los demás que perteneces al club de los cazadores con solera porque, además de llevar unas armas con ‘pedigrí’, siguen funcionando con la precisión del primer día a pesar de que tengan muchos años», dice Julio García, veterano cazador y divulgador de las actividades cinegéticas.
Don Juan Carlos heredó de su abuelo varios juegos de Sarasqueta que aún sigue utilizando, y cazadores como Miguel Delibes tenían una querencia especial por las escopetas de la marca eibarresa. Una de las fotos que cuelgan del despacho de Juan Antonio Sarasketa, nieto del fabricante, muestra a Delibes e Indurain juntos en un día de campo. «Delibes -cuenta Sarasketa- tuvo una muy buena relación con nuestra familia y un día me pidió que le presentase a Miguel Indurain, que era uno de sus ídolos porque era muy aficionado al ciclismo; resultó que Indurain también era cazador y de aquello salió una buena amistad». El escritor vallisoletano, que prefería definirse como «cazador que escribe» antes que como «escritor que caza», hizo además un pequeño prólogo para el diario de caza que escribió Víctor Sarasqueta, hijo del fabricante, que en su época fue una de las mejores escopetas que hubo de España. «Mi padre -explica Juan Antonio Sarasketa- daba cuenta de sus capturas en unas hojas y a Delibes le gustó tanto su redacción sobria y sin adornos que lo prologó con el título ‘La intimidad de un gran hombre’».