Por si teníamos pocos
problemas los cazadores con nuestroa
acérrimos enemigos, los
psedoecologistas radicales, van apareciendo,
de un tiempo a esta parte, dentro del colectivo
de la caza los demagogos.
Son aquellos personajes que usan la
cacería y a los cazadores para su
provecho personal. Personas que, aprendices
de mucho y maestros de nada, utilizan su
posición para sentar cátedra y,
a través de engaños, manipular
a aquellos que dicen representar para beneficio
propio.
La representación de la caza vive
momentos bajos. Federaciones en
contínua lucha de poder, que
representan a parte del colectivo (en la
realidad), pero que asumen la totalidad de esa
representación sin merecerlo, con la
complicidad de las Administraciones
competentes; dirigentes de colectivos que
miran más en mantener su cuota de
poder (generadora de cuantiosos fondos para
despilfarrar en comilonas y viajes) que en
representar y defender los intereses de
aquellos que dicen representar; medios de
comunicación que arriman el ascua a
su sardina cuando cualquier tema candente
surge en el horizonte…
Muchos son los casos de este
«modus vivendi» que empuerca el
mundo de la caza y que sólo sirve para
hundirnos más en la miseria.
¡Qué buenos
compañeros de viaje seríamos
los cazadores si tuviésemos buenos
pilotos para encaminarnos en la buna
dirección!
Pero, por desgracia, sólo aparecen
por doquier «mesas de defensa»
que sólo nos defienden cuando les
interesa a sus dirigentes, que sólo
sirven para apuntarse puntos que no merecen
y, lo que es más grave, sólo
nos están arrimando al precipio.
Los cazadores de base estamos a tiempo
de prescidir de algunos de los iluminados que
dicen representarnos. Necesitamos dar un
golpe en la mesa, fuerte golpe, y mandar a
tomar viento a todos aquellos que se sirven
del colectivo, a los maestros del
canapé y del hotel de 4 estrellas
Conocemos ese mundo desde fuera y, por
ello, entendemos que se aferren a la poltrona.
En ello les va la vida.
La caza no los merece ni los necesita.
¡Que se vayan!