Habrá pocos conductores que no hayan sufrido el sobresalto de encontrarse de manera inesperada con un animal en la calzada. A veces un frenazo es suficiente para evitar la fatalidad. Otras, el imprudente volantazo. Y a menudo uno debe continuar el viaje después del sufrir el inquietante traqueteo y esos ruidos en los bajos del coche que rubricaron el final de un bicho.
Pero lo peor es cuando se produce un accidente. El año pasado, el atropello de animales sueltos provocó 533 siniestros en las carreteras vascas, según datos facilitados por la Ertzaintza. De media, diez cada semana. Se trata de la cifra más alta de la última década y casi duplica el balance del año 2000, cuando fueron 319. La inmensa mayoría son provocados por especies cinegéticas: el corzo es culpable de una tercera parte y el jabalí de casi otro 30%. De entre los animales domésticos, el perro se lleva la palma al causar un 20% de los accidentes. Al menos estos son los porcentajes recogidos en las estadísticas de la Policía vasca en 2009 -cuando hubo 453 siniestros-, los últimos en los que aparece especificada esta variable.
Este año, hasta el pasado 18 de mayo, solo han producido 46 accidentes. ¿Rompemos así la imparable tendencia al alza registrada durante la última década? No necesariamente, porque la siniestralidad varía en función de la época del año y de los hábitos de los animales. «Los picos llegan en la temporada de celo, cuando las especies se desplazan más, sobre todo, corzos y jabalíes», sostiene Andrés Illana, miembro del Grupo Alavés para la Defensa y Estudio de la Naturaleza (Gaden). Para los corzos esto ocurre en primavera y verano, mientras que los jabalíes se revolucionan en «octubre, noviembre y diciembre».
Hay más factores que influyen a la hora de que los animales pisen el asfalto: «La dispersión que se produce cuando las madres dejan a sus crías, en septiembre, y también la caza». Con esto último se refiere a la natural huida de los bichos cuando les amenaza el mayor de los depredadores. «Se producen más accidentes después de las batidas, y eso ocurre esencialmente en el último trimestre del año».
Así que aún quedan por delante los meses más propicios para la irrupción de animales en las carreteras. Y los alaveses deben ser los más preocupados, porque en este territorio se concentran más de las dos terceras partes de los accidentes causados en Euskadi por especies cinegéticas, que son la inmensa mayoría. Es lógico: «Por una parte, Vizcaya y Gipuzkoa son territorios mucho más humanizados; por otra, Álava es un territorio muy bien conservado y el corzo se ha extendido por toda la provincia, incluso ha llegado a la Rioja Alavesa», apunta Illana.
Pero es que, además, la propia anatomía alavesa propicia los encontronazos. «Hay poca densidad de población, pero está muy fragmentada: hay muchos pueblos y muchas carreteras que los unen». En la última década miles de vecinos de Vitoria, que aglutina el 75% de los habitantes de la provincia, se han ido a vivir a zonas rurales huyendo de los enloquecidos precios de la vivienda. Pero siguen trabajando en la capital, así que los desplazamientos han aumentado de manera notable. Quizás por eso también han crecido los accidentes en este tiempo.
Sin víctimas mortales
Afortunadamente, en los últimos años no se tiene constancia de que ninguno de ellos haya sido mortal en el País Vasco. Sin embargo, todo es cuestión de suerte, y no la tuvieron las nueve personas que en 2009 fallecieron en el resto de España tras toparse con un animal en la carretera, ni las 68 que sufrieron heridas graves, según datos de la Dirección General de Tráfico (DGT). El episodio reciente más dramático ocurrió en noviembre en Écija (Sevilla): un niño de ocho años y sus abuelos perdieron la vida, y la madre y otro menor resultaron heridos graves tras arrollar a un perro. Es la cara más dramática de una realidad que, dice el Real Automóvil Club de España (RACE), provoca casi 14.000 incidentes de circulación cada año en todo el país.
También hay que tener en cuenta que no todas las horas del día son igualmente propicias para llevarse el susto. En Euskadi, más de la mitad de los accidentes de este tipo (el 56%) tienen lugar entre las siete de la tarde y las nueve de la mañana. «Sobre todo, por la noche», dice el portavoz de Gaden. «Es cuando se mueven más los animales, cuando la gente no está trabajando en el campo y hay menos tráfico».
¿Qué hacer para evitar disgustos? Naturalmente, extremar la precaución, «sobre todo, por la noche y al amanecer», y atender a las señales donde se alerta de posibles irrupciones de animales en la calzada. En este sentido, desde las organizaciones conservacionistas también ponen deberes a las administraciones: señalizar de manera más minuciosa los puntos negros e incluso vallar las vías más problemáticas, como ocurre en la autovía de Altube, que cada día recorren miles de vascos que viajan entre Vitoria y Bilbao.
«Con esto hay un problema», matiza Andrés Illana. «Si se vallan ciertas zonas se produce un impacto gravísimo para la fauna, que no puede dispersarse». Así que, para estos casos, las nuevas infraestructuras plantean pasos tanto subterráneos como elevados por donde los animales pueden desplazarse.