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Ecología mal entendida

Ecología mal entendida

Periódicamente aparecen los cadáveres de distintos animales salvajes que pertenecen a especies protegidas, casi siempre en circunstancias tan extrañas que más parecen buscar la máxima difusión y publicidad -probablemente para llamar la atención de la sociedad- más que la ocultación de un hecho, en principio muy grave y calificado como delito por las autoridades. Llobos colgados de señales de tráfico, osos muertos a orillas de caminos públicos que pertenecen a espacios especialmente protegidos, etc. Sólo en los últimos doce meses se conocieron los casos de Quirós y los de Moal, en Cangas de Narcea, pero no son los únicos, algunos más son hallados muertos en el fondo de los regueros o en lazos, inicialmente destinados a jabalíes, si bien pasan inadvertidos para la prensa.
Cada vez que algo de esto ocurre, se levanta en toda España un clamor de lamentaciones e indignadas acusaciones, generalmente dirigidas hacia dos colectivos específicos, ganaderos y cazadores, sobre los que recae toda la responsabilidad por el alarmante deterioro del ecosistema y, si me apuran, hasta por el, tan manido, cambio climático. Son auténticos terroristas, asesinos de inocentes animalitos, criminales sin sentimientos y una interminable sarta de improperios dedicados por, los cada vez más de moda y abundantes, ecologistas… de moqueta; pero que en realidad, en la mayoría de los casos no saben de lo que hablan y, también, de oenegés ecologistas que en muchas ocasiones tienen bastante de “pseudo”, a la vista del negocio que tienen montado en torno a las especies amenazadas.
Mientras tanto, los verdaderos responsables del desaguisado, que además cobran generosos sueldos y disfrutan de múltiples privilegios a nuestra costa, levantan también el dedo acusador al tiempo que prometen medidas extraordinarias, solicitan documentos o pruebas de todo tipo y, hasta crean comisiones de investigación, muy bien pagadas por cierto. Los políticos, politiquillos, jefes y jefecillos, además de algunos funcionarios serviles, echan leña al fuego para alimentar la oportuna pira funeraria contra cazadores y ganaderos.
Muy recientemente este periódico recogía las declaraciones de Podemos, sobre el último oso hallado muerto en Moal (Cangas de Narcea), en las que, además de solicitar el resultado de la necropsia, mostraba su preocupación por una “especie con un importante valor ecosistémico, un estandarte de los valores de convivencia entre la población rural y la biodiversidad”. ¿Pero tan difícil resulta entender el problema? ¿Acaso éstas mentes privilegiadas que nos gobiernan y, qué tan bien viven a nuestra costa, no son capaces de adivinar las razones de algunos para, con grave riesgo de ser detenidos y seriamente condenados, decidir hablar con hechos, puesto que sus quejas no se escuchan? Desde luego, no se trata de conseguir trofeos de caza o de causar daños por qué sí.
Todo se resuelve con un poco menos de prepotencia y soberbia, un poco más de profesionalidad, sensibilidad y espíritu de servicio hacia la sociedad que les paga, que al fin y al cabo, para eso fueron contratados o elegidos, y sobre todo, pagando diligentemente los daños producidos por las especies salvajes, sobre los animales domésticos y demás propiedades de los vecinos de las zonas rurales, sin escamoteos cicateros ni vengativas represalias. Regulando, cuando proceda y, ya procede en el caso de los lobos, el exceso de población de los depredadores, por medio de la caza.
Sin discutir el derecho de los políticos a solicitar la necropsia del difunto, conviene no olvidar el refrán asturiano que dice “después del burro muerto, la cebada al rabo”. Me explico; o se indemnizan debidamente y de manera inmediata, los daños, o seguirán apareciendo lobos colgados de señales de tráfico, osos muertos, lazos por doquier para los jabalíes, etc. sin que las posteriores investigaciones solucionen nada. Los damnificados, cansados de los abusos a que se ven sometidos pondrán en jaque a la Administración Pública y, el perjuicio será para el medio ambiente y por ende para la sociedad entera.
En la tierra hasta ahora gobernada por Barack Obama, cuando alguien descubre un intruso allanando su propiedad, puede dispararle con el beneplácito de las autoridades y la sociedad entera. Por el contrario, ante un hecho similar, pero cambiando al invasor por un animal salvaje, aquí deberemos aplicar el conocido refrán de “además de cornudo apaleado”.

Fuente. la Voz del Trubia

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