He relatado numerosas veces abundantes ejemplos del menosprecio y/o desapego que sienten nuestros productores por parte de sectores de la sociedad que les critican como trabajan y como interaccionan con el territorio, fauna y flora. El agro se siente abandonado y ninguneado, muchos de ellos al menos, tanto por gente ajena al sector primario como por la clase política, comenzando por los más cercanos, alcaldes y concejales.
Entramos en época pre-electoral, aunque quizás debiera hablar más directamente de época electoral, por lo que suponemos que es una época propicia para pedir y reclamar una mayor y mejor atención a los municipios y barrios rurales, mejores infraestructuras (accesos, red eléctrica, agua, fibra óptica, etc.), mejores servicios para niños, jóvenes y mayores y así, suma y sigue, hasta completar un listado más largo que la carta al Olentzero y/o Reyes Magos de un niño en época prenavideña.
Los productores, como cualquier otro vecino, han aprendido que tan importante como elegir bien el tipo de proyecto y/o inversión que reclamar, es elegir correctamente la forma y el momento de trasladar la petición. Son conscientes que cada vez son menos y consecuentemente tienen un menguante peso social y una menor trascendencia electoral por lo que los políticos, incluso los más cercanos, antes de decidir qué y cómo invertir en el ámbito rural, previamente, se aseguran que hayan ejecutado todas las prioridades del ámbito urbano, del casco, para así, con los restos, invertir en lo rural.
Personalmente y coincidiendo con lo que recientemente me reconocía un joven pastor, la situación de ninguneo y abandono hunde sus raíces en la apatía y falta de compromiso de los productores con su propio pueblo, comarca y lo que quieran añadirle. Los productores son de la opinión que su función es limitarse a la producción y que para cuestiones de lo público ya están los vilipendiados políticos, apostillando el lapidario “que para eso les pagamos”.
En muchos núcleos rurales tenemos una red eléctrica deficiente, una red de abastecimiento que apenas llega un poco más allá del núcleo y que condena a los caseríos a sus captaciones particulares, una inexistente red de fibra óptica, ni hay cajero ni se le espera, el comercio brilla por su ausencia y mientras tanto, en el centro urbanos, andan con todos los servicios imaginables y con unas infraestructuras que para sí quisieran en muchos de los países más avanzados.
Pues bien, si los productores siguen autoexcluyendose de la acción pública y de las responsabilidades políticas, que luego no se lamenten y lloren por las esquinas que ya no hay alcaldes pedáneos ni concejales de agricultura y que para colmo, la persona que lleva lo rural ni sabe ni tiene la más mínima sensibilidad para con la realidad del campo, puesto que el hueco que ellos no cubren, alguien ajeno al rural, lo ocupa rápidamente.
Mi amigo Errota, en un alarde de traducción libre, suele recurrir frecuentemente al dicho “qui volis piscis, mojis culis” para decir el acertado “quien quiera peces, que se moje el culo” que apela a la necesidad de auto-implicarse en la cosa pública para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes del medio rural, obviamente, empezando por uno mismo. Y digo empezando por uno mismo porque no será ni el primero ni el último, tanto en lo rural como en lo urbano, de los que se integra en una lista electoral y posteriormente en la corporación para solucionar lo suyo y una vez logrado el objetivo particular, abandonar el servicio público.
En los ayuntamientos, instituciones en general y por extensión, en el conjunto de asociaciones y entidades que conforman la sociedad civil es más necesaria que nunca la implicación y participación de la gente con una visión que trascienda los límites de su propiedad y con la mirada puesta en el colectivo. En cualquier caso, salvo excepciones, lo que beneficia al colectivo, también beneficia a uno mismo.
Por todo ello, en este trascendental momento en que los dirigentes locales y comarcales de todos los partidos políticos, sean del color que sean, andan buscando gente para impulsar y dirigir las políticas agrarias y rurales de las diferentes instituciones, quiero animar a todos (bueno, quizás, sea pasarse lo de todos) los productores a que dejen la pereza y las diversas excusas a un lado y se impliquen en la cosa pública, sea por el partido que sea, bien llevando directamente el área rural y, porque no, la máxima responsabilidad de su pueblo.
¡Anímese! Aprenderá mucho, se lo digo por propia experiencia.