Cazar responde a un instinto que surge desde lo más hondo del ser humano. Lo llevamos en los genes, es una pasión y una necesidad que nos acompañan desde el comienzo de nuestra existencia y uno de los factores que más importancia tuvo en el desarrollo de los pueblos, por la necesidad que tiene de asociarse y comunicarse y, por tanto, como sucede con todo lo pasional, resulta difícil de explicar y mucho más de entender.
Los humanos, desde el comienzo de nuestra existencia, fuimos cazadores y recolectores y sólo posteriormente, en el Neolítico, nos hicimos también agricultores, ganaderos, comerciantes, etcétera. Pero nunca hemos dejado de cazar, pues forma parte de nuestra naturaleza. En muchos pueblos de Asturias antaño la caza era el único medio, junto con la pesca, de subsistir. Se comía carne cuando se cazaba y se comía pescado cuando se pescaba. Tanto la caza como la pesca quitaron mucha hambre en muchos lugares.
Actualmente, gracias al desarrollo económico de nuestra sociedad, a la ganadería en general y a la pesca industrial esta necesidad ya no existe, y la caza se ha convertido en una actividad de ocio.
En Asturias la caza se gestiona en base a un modelo un tanto atípico. Somos la única región donde no existen cotos privados de caza al uso. La caza es en Asturias una actividad sociabilizada donde se pretende que todos los cazadores ejerzamos el derecho a disfrutar de la actividad cinegética en igualdad de condiciones, donde todos tenemos las mismas posibilidades a la hora de cazar, independientemente de las posibilidades económicas. Es lo que conocemos como sociedades de cazadores.
La caza auténtica y natural es la captura, respetuosa, aquella donde el animal tiene oportunidad de vencer al ser humano, que con medios lícitos y siempre respetando códigos no escritos intentara dar caza a unos animales libres y salvajes. Algo que cada vez escasea más. En Asturias podemos presumir de cazar especies en libertad, no existen las fincas ni los cercones que dejan al animal en clara desventaja con el cazador. Todo ello implica la gestión y la explotación racional y sostenible de unos recursos naturales renovables.
Todos conocemos la necesidad de regular unas poblaciones de animales, principalmente herbívoros, que en la pirámide ecológica están para aprovechar y procesar los principios nutritivos presentes en los vegetales transformándolos en proteínas y de esta forma servir de alimento a los animales carnívoros. Al no existir éstos de forma natural en número suficiente, sus poblaciones crecerían de forma incontrolada dando lugar a grandes daños a la agricultura, accidentes de tráfico, sobreexplotación y degradación del medio ambiente, enfermedades epidémicas y degenerativas. Estos problemas se ha comprobado que ocurren, de forma inevitable, en todas aquellas zonas en las que por diferentes motivos se ha prohibido de forma absoluta la caza y en las que con el tiempo ha sido necesario reintroducirla, de forma controlada, para reponer el equilibrio ecológico. Sirva como ejemplo lo que ocurre en los parques naturales, donde se prohibió la caza y las especies se multiplicaron al mismo ritmo que las enfermedades y los problemas. Siendo necesario cazar, desgraciadamente esa caza la hacen los guardas, que por hacer lo mismo que los cazadores cobran, mientras que nosotros pagábamos, y muy bien por cierto, ese dinero se debería haber reinvertido en estas zonas mejorando sin duda la calidad de vida de los lugareños.
Actualmente, la caza en Asturias no pasa por sus mejores momentos. Los cambios y la evolución en los usos y las técnicas agrícolas, ganaderas y forestales con los cambios en el hábitat y el uso, en ocasiones abuso, de productos fitosanitarios en busca tan sólo de una mayor producción sin considerar el daño que pueden causar a la naturaleza. El desarrollo urbano e industrial, la proliferación necesaria de grandes infraestructuras, vías de comunicación, canales, etcétera, suponen la invasión y parcelación de territorios que hasta hace poco eran rurales y abiertos. Nuestra incapacidad para explicar a una sociedad, cada vez más urbanita, alejada y desconocedora de la realidad de la naturaleza, la gran importancia que tiene una caza bien practicada para la correcta gestión del medio natural nos está lastrando cada vez más. Afortunadamente, a Asturias aún no ha llegado la mercantilización de la caza, como ocurre en otras zonas de España.
En la actualidad existen en Asturias 60 sociedades de cazadores, gestionando en total el 70% del terreno cinegético de la región, el 30% restante lo gestiona directamente la Administración a través de las reservas regionales de caza. El próximo mes de enero deberán ser adjudicados de nuevo los aprovechamientos cinegéticos, 38 de las 60 sociedades de cazadores asturianas intentarán ser de nuevo las adjudicatarias de esa gestión.
El problema que se les plantea a muchas de ellas es si continuar o abandonar. En la actualidad, más de la mitad de esas 60 sociedades se encuentran con graves problemas de tesorería, incapaces de hacer frente a daños en la agricultura, accidentes de tráfico causados por las especies salvajes, guardería, etcétera, y muchas se plantean, de seguir la situación como hasta ahora, entregar la gestión a la Administración.
El problema no es baladí, y si los cazadores asturianos dan el paso de renunciar a la gestión cinegética, la Administración tendría un problema de incalculables consecuencias. En la actualidad, la caza en las reservas, recordamos que son terrenos gestionados directamente por la Administración, nos cuesta a todos los asturianos más de dos millones de euros al año. Imagínense que, además, tienen que gestionar los terrenos cinegéticos que hasta ahora gestionaban las sociedades de cazadores.
Si en esos terrenos se deja de cazar, los daños causados por jabalíes, corzos y venados en la agricultura serían insoportables, lo mismo ocurría con los accidentes de tráfico causados por las especies salvajes, más de 140 guardas de caza se quedarían sin trabajo. La situación sería caótica, debemos recordar que en Asturias se abaten unos 7.000 jabalíes al año.
Es obvio que urge buscar una solución al problema. La Administración tiene que adaptarse a los tiempos actuales y la gestión no puede quedarse encorsetada en un modelo cinegético que antaño fue modelo a imitar, pero que desgraciadamente no se readaptó a la situación actual en lo que a materia de gestión venatoria se refiere. La Administración debe modificar el reglamento que desarrolla la ley de Caza del 70 y adaptarlo a las necesidades actuales. Ahora mismo es necesario rebajar el número de hectáreas que se exigen por guarda, que está en torno a las 8.000. Hoy con los medios de los que se dispone un guarda por cada 12.000 o 15.000 hectáreas es mucho más eficaz que tres guardas cada 8.000 hectáreas de hace 30 años.
Por otro lado, los cazadores también tenemos que aportar algo a todo esto y debemos empezar por implicarnos en la gestión y tener representantes capacitados para defender la caza y a los cazadores. En la actualidad, desgraciadamente, de esas 60 sociedades de cazadores asturianas en más de la mitad el mayor problema que tienen son sus gestores, tan sobrados de protagonismo como escasos de conocimientos, lo que nos conduce a situaciones esperpénticas y carentes de sentido común, el que precisamente les falta a muchos gestores.
Si queremos seguir cazando bajo el lema de una caza al alcance de todos, no nos quedará otra alternativa que irnos a una caza bien gestionada y a sociedades de cazadores unidas y sin fracturas y, por supuesto, mentalizarnos que la caza es una actividad de ocio y, como tal, debemos pagar por practicarla, en Asturias somos unos privilegiados en esto, cazamos por 400 euros más o menos de media, algo irrisorio en cualquier otro lugar de España.
En el campo cabemos todos. Los que defendemos y practicamos una caza social, natural, sostenible y respetuosa con el medio ambiente, los ganaderos y agricultores que viven de éste y, también, todos aquellos que disfrutan de la naturaleza de diferentes formas. Todos juntos debemos luchar y plantear un frente común, respetándonos entre nosotros, sin intentos de monopolización, pues cada uno tiene su ámbito de competencias y actuaciones, en defensa de una actividad que brota desde lo más hondo de nuestra naturaleza humana y que es imprescindible para una correcta y respetuosa gestión del medio natural, medio que todos amamos, aunque discrepemos en su utilización.