«Si sales, a lo mejor te los
encontrarás. En la plaza de Montbau
verás tierra escarbada». Joan
Anglés, miembro de la junta directiva
de la Asociación de Vecinos de
Montbau, es categórico. La presencia
de jabalíes es la norma en este barrio
del norte de Barcelona. Y, con ella, los
destrozos que provocan al buscar alimentos
entre los residuos: contenedores tumbados,
basura desparramada.
La misma situación que en
Vallvidrera, vecindario situado en plena Sierra
de Collserola, lugar de procedencia de estos
ungulados. Los expertos aconsejan reforzar la
labor de los cazadores y las campañas
de concienciación para evitar que
acudan a la ciudad por la comida
fácil.
Los jabalíes recorren cada
día los jardines que rodean los bloques
de pisos de Montbau. A las nueve de la
mañana, por ejemplo, es posible verlos
siguiendo «el mismo camino que los
niños que van a la escuela Baloo»,
explica Anglés. Las camadas recorren
este camino para volver a sus lugares de
descanso, en el bosque. ¿Qué
problemas provocan? Cristina Puigdomenech,
secretaria de la asociación, explica que
dañan los jardines al «remover la hierba
para encontrar raíces y comida». Los
animales, además, tumban papeleras y
contenedores en pos del alimento. Y, por si la
lista de incidencias fuera escasa,
también hay que tener en cuenta «el
problema que pueden representar en la
seguridad circulatoria [si chocan con los
coches]».
La respuesta del Gobierno municipal pasa
por la prevención y «las
campañas de concienciación»
para evitar que la ciudadanía alimente
a estos animales, explican fuentes del
Consistorio. El objetivo es evitar que los
animales se vean atraídos por el
alimento fácil que les proporcionan los
vecinos. La Guardia Urbana es el cuerpo
encargado del control de estos animales por
encima de la Ronda de Dalt, de acuerdo con el
protocolo de actuación municipal.
Debajo de esta vía un técnico
del Servicio de Ecopatología de Fauna
Salvaje de la UAB «anestesia al animal y le
aplica la eutanasia», explican estas fuentes.
Uno de los últimos casos fue un
ejemplar localizado en el parque de Joan
Miró, al lado de la Plaza de Espanya el
ocho de julio. Un veterinario le aplicó
una inyección letal.
Dentro del parque de la Sierra de
Collserola, el Departamento de Agricultura
permite que las sociedades de cazadores
organicen batidas con la supervisión de
los agentes rurales ???18 durante la
temporada 2013-14???. Jordi Ruiz,
subdirector general de Actividades
Cinegéticas y Pesca Continental
destaca que estas salidas han servido para
«reducir de 900 a 650 el número de
ejemplares que habitan la Sierra» entre las
temporadas de 2012-13 y 2013-14.
Ruiz admite, sin embargo, que el efecto
de las batidas ???con 330 capturas el
año pasado, según el Consorcio
del Parque Natural de la Sierra de
Collserola??? se ha percibido menos en
su frontera sur ???la que toca con
Barcelona??? porque la mezcla entre
bosque y trama urbana ofrece «zonas de
refugio» y alimento fuera del parque. Frente a
este problema destaca el «plan de trabajo
conjunto» entre Generalitat, Ayuntamientos y
el Parque para reducir el acceso de los
ungulados a las fuentes de comida que
encuentren en la ciudad.
Para Patxi Andión, profesor de la
Universidad de Castilla-La Mancha, la frontera
entre la ciudad y los bosques de la Sierra es
clave. Estos espacios son «refugios urbanizados
donde los jabalíes se han habituado a
rebuscar entre la basura», explica el ex
director de la escuela de la Real
Federación Española de Caza. »
[A los jabalíes] se les presiona en el
bosque, y por ello se van a las zonas de
seguridad» en el límite del parque,
añade Santiago Lavin, responsable del
Servicio de Ecopatología de Fauna
Salvaje. Estos expertos recuerdan, sin
embargo, que no es un problema único
de Barcelona. Toda ciudad en contacto con un
área forestal puede sufrirlo.
Los jabalíes suelen acudir al barrio
de Vallvidrera, atraídos por la
seguridad y la comida que pueden ofrecerles
los vecinos y los cubos de basura. Salvador
Ferran, tesorero de la Asociación de
vecinos recuerda que hasta 2007 era muy
habitual ver «gente que dejaba bolsas de pan
seco». «La gente pensaba ‘pobres bestias’,
cuando son animales salvajes», explica.
Aunque las campañas de
concienciación han tenido éxito
en este punto, Ferran pide sustituir las
papeleras, que los jabalíes voltean con
facilidad para encontrar comida, por otras
rígidas.
Otra cuestión es la
situación del colectivo cazador. Paco
Piera, presidente de la Federación
Catalana de Caza, lamenta los costes que
deben afrontar los profesionales del sector.
Entre ellos, «la tasa a la
administración, las tasas de
telecomunicaciones para los emisores, un
permiso de armas, y seguros para daños
propios y a terceros». «No recibimos ninguna
subvención, y hacemos un trabajo»,
asegura Piera.
Una labor que Andión juzga
necesaria porque, en su opinión, los
cazadores son quienes pueden mantener a la
población de jabalíes bajo
control. Las consecuencias de no facilitar su
trabajo, para este investigador, van
más allá de los accidentes de
tráfico que ocurren cuando los
ungulados cruzan la carretera. Incluyen la
transmisión de enfermedades a partir
del contacto «con fauna urbana como
roedores», explica. Afecciones que
serán más difíciles de
controlar «con ellos en las ciudades».