Junto con el problema del sector lácteo, el jabalí se ha convertido en una de las lacras más acuciantes para el agricultor gallego. «Hay meses en los que hacen menos daño porque se alimentan de castañas u otros productos que encuentran en el monte pero ahora a finales del verano no tienen comida y se acercan a los cultivos dejándolos destrozados a su paso», explica Ángel López, un productor lucense al que el animal ha dañado sus campos de maíz en los últimos años de forma repetida.
Conscientes de esta problemática, desde la Xunta autorizan cada año batidas entre los meses de agosto y enero en las que los cazadores intentan reducir la cabaña de esta especie cinegética de caza mayor cifrada en más de 40.000 ejemplares. Los sábados la jornada comienza pronto para los monteros, los encargados de buscar el rastro del animal. Con la luz del día y la ayuda de sus perros de cuerda salen al monte. Las primeras horas están dedicadas a buscar el rastro del jabalí entre las matas, un recorrido en el que no portan el arma. Tienen prohibido matar a menos de 50 metros de carreteras y pistas.
Los 50.000 cazadores con licencia que existen en Galicia consiguieron dar muerte a más de 9.000 jabalíes en la pasada campaña de caza, lo que no ha tranquilizado a los agricultores que ven como cada año las pérdidas en sus fincas son mayores. Las corrientes más críticas con este deporte, los ecologistas, defienden la necesidad de hacer limpiezas selectivas del territorio para reducir el hábitat del jabalí o plantaciones disuasorias que los alejen de los cultivos. Alertan, además, sobre la mayor presencia del cazador en el monte «lo que hará peligroso pasear, hacer rutas de senderismo y perjudicará a otras especies de la fauna salvaje», dice Xulio Fernández del colectivo ‘Matar por matar, non’ (ADEGA).
«Dicen que los agricultores tenemos que hacer más pero hacemos todo lo que podemos. Tenemos las fincas plantadas y cultivadas, el monte no prolifera por nosotros. Y si al lado tengo un vecino que abandonó la explotación ¿se supone que tengo que limpiar yo su propiedad?», Ángel López muestra su indignación porque non entiende que les responsabilicen de la mayor presencia del animal. Cree que debería ser la Administración la que intente reducir la superficie de monte gallego como una forma de recudir el número de jabalíes, «lo que también ayudaría a tener menos incendios», añade.
Invasión en áreas cultivadas
El abandono del campo ha favorecido la invasión del monte en muchas áreas antes cultivadas o utilizadas para el ganado doméstico, lo que ha proporcionado más refugios al animal, aspecto que, unido a la práctica ausencia de predadores, con la excepción del lobo, hace que el crecimiento poblacional haya aumentado de forma significativa.
La Xunta ha ampliado el período de batidas por los daños en los cultivos y prepara un mapa autonómico que sitúe aquellas poblaciones en las que el animal está más presente permitiendo su caza entre abril y agosto en zonas destacadas del mapa cuya autorización será inmediata, sin necesidad de justificar daños y como medida preventiva. Se mantiene la prohibición en febrero y marzo por ser tiempo de reproducción.
En los últimos treinta años el jabalí ha sufrido un proceso de expansión que le ha hecho llegar a toda la geografía gallega. «Muchos de los agricultores de Ortegal o Silleda, las zonas más afectadas por sus ataques, han renunciado a cultivar maíz porque no les compensa», explican desde Unións Agrarias (UUAA).
Una vez que los monteros detectan la presencia del animal toda la cuadrilla se junta para repartir los puestos que ocuparan rodeando la mata. Es el momento de bajar los perros de raza y cargar las escopetas. «No es un deporte barato. Tenemos que comprar los rifles, las balas, la equipación y no vale cualquier perro». Se trata de una actividad lúdica que no todos los agricultores pueden permitirse. «Cada vez es más frecuente ver a gente de la ciudad que viene al monte con su todoterreno, su rifle de 6.000 euros y su perro con pedigrí. No les importa demasiado matar la pieza, sino pasar el día. No entienden nuestra problemática», destaca Ángel López.
Actualmente, los terrenos cinegéticos ordenados -tecores- y las 446 sociedades de cazadores titulares de los mismos, son casi en exclusiva los únicos encargados del control de la población gallega de la especie y los únicos autorizados para ello.
Así, desde la Xunta se les exige la puesta en marcha, en colaboración con agricultores y ganaderos, de medidas para proteger las áreas afectadas por el porco bravo como la instalación de cierres electrificados, la eliminación de zonas boscosas donde el jabalí encuentra refugio y que se soliciten las batidas necesarias para disminuir las poblaciones. Cazadores y agricultores, sin embargo, reclaman una responsabilidad compartida con la Administración en estas labores.
Desde UUAA indican que las medidas preventivas son poco exitosas por la fortaleza del animal. «Debe haber una colaboración leal de los cazadores. La sociedad debe encargarse de estos costes porque los agricultores son los que tienen las rentas más bajas de los sectores productivos y no pueden asumirlos», explica Jacobo Feijóo, secretario de desarrollo rural. Desde el sindicato abogan por una mayor concienciación del cazador, una línea de ayudas razonable para los afectados y un control de la población que facilite su disminución.
La Federación Gallega de Caza, por su parte, defiende el papel del cazador en la resolución del problema, si bien, añaden que «no puede responsabilizarse en solitario al colectivo cazador de las consecuencias que provocan los animales silvestres».
Daños y pérdidas en cultivos
Los daños causados por el jabalí en los últimos años ascienden al 60% del total de tecores, sobre todo al maíz de forraje y la pradera, que suponen más del 80% de la superficie afectada. La línea compensatoria por daños de la Xunta para 2010 está dotada con 250.000 euros cuando lo que representa la actividad destructiva del animal está por encima de los 25 millones de euros anuales, según los expertos. Un estudio de la Feplac cifra en 13,7 millones de euros los destrozos sólo en la cosecha de maíz. A los daños en los cultivos hay que sumar que el jabalí es la especie, junto con el corzo, que mayor número de accidentes de tráfico provocan por invasión en las carreteras.
Tras el día en el monte, los cazadores que consiguen batir la pieza son condecorados con los colmillos y la cabeza. La piel en raras ocasiones se conserva, mientras que la carne es un exquisito manjar para los meses fríos del invierno. Un alimento de sabor fuerte al que previamente se le ha de quitar el bravío para echarlo en la cazuela. El único momento en el que cazadores y agricultores disfrutan de la existencia del animal.
Presencia en otros países
La proliferación del jabalí ha supuesto un problema en países como Alemania o China, donde su presencia se ha quintuplicado en los últimos años. El incremento de los cerdos salvajes en China se debe también, como en el caso gallego, al aumento de la superficie forestada en la zona, que se incrementó de forma notable en los últimos años. Entre las medidas para espantarlos, han incorporado las vuvuzelas, las cornetas plásticas que llenaron los estadios de fútbol durante el mundial. En el caso de Alemania el problema es aún mayor debido a los efectos del desastre nuclear de Chernobyl en Ucrania en 1986, lo que ha provocado la eliminación de la carne del animal por la presencia de radioactividad. Un aspecto considerado peligroso para el consumo que obliga a los cazadores a eliminar a su presa tras haberle dado captura.