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El lobo busca el Sur

O que un puñado de
partidas, alguno de cuyos machos
alfas se cuela ya en urbanizaciones
de lujo de la periferia
madrileña, permanecen
acantonadas en la sierra de
Guadarrama, prestas a dar el salto
al Sur para unirse a los
últimos ejemplares, un
puñado de auténticos
supervivientes, que resisten la
amenaza de extinción en
Sierra Morena. 

 

Tampoco es demasiado sabido
que, hasta febrero del
próximo año,
podrán abatirse nada
menos que 140 lobos en Castilla y
León y que grupos
proteccionistas pujan para hacerse
con los puestos en las batidas y
evitar así su muerte. O que
los lobos que asoman por
Cataluña tienen abuelos
italianos, de los Abruzzos. Pero es
así. No es que los lobos
hayan vuelto (porque nunca se
fueron); al contrario, cada
día hay más. 

 

Hace unas pocas semanas
terminó el censo del lobo
ibérico en Castilla-
León, la comunidad que
agrupa al 60% de todos los
ejemplares que viven en
España. El conteo, dirigido
por el biólogo Mario
Sáenz de Buruaga,
estableció la existencia de
179 manadas moviéndose
por el territorio castellano-
leonés lo que arroja una
cifra estimada de 1.611
ejemplares. Extrapolando los datos
obtenidos por Buruaga al resto del
país se llega a la cifra de
2.700 lobos. Nada menos que 200
cánidos más que en
2001, año del último
censo completo. Entonces los
trabajos de campo establecieron la
cifra de 2.500 lobos residentes en
España. 

 

Pese a sus enemigos
declarados, pese a los debates
sobre la idoneidad o no de su
presencia en nuestros montes, el
lobo se ha ganado una
posición estable e
inevitable en España.
«Es un animal que
deberíamos mimar y
gestionar con criterios claros y
sabiendo que siempre dará
problemas. El lobo es una especie
emblemática de nuestra
fauna, uno de los pocos grandes
predadores, junto al oso y al lince,
que hay en Europa. ¿Eso
quiere decir que tiene que haber
lobos en toda España?
», se pregunta el
biólogo Mario Sáenz
de Buruaga. «Claro que
no…», responde.
«Este es un país
modelado a golpe de azada,
diente y uña. ¿Se
imagina alguien lo que
podrían hacer los lobos de
entrar en las dehesas con el cerdo
ibérico en plena montanera
o en las fincas donde se
crían los toros de lidia?
», alerta Buruaga. En
Extremadura, donde hubo
ejemplares en la Sierra de Gata y
en la Peña de Francia, y
hacia el Sur de esas tierras el lobo
está extinguido. Ni
está ni se le espera. 

 

La zamorana Sierra de La
Culebra es, con sus empresas de
ecoturismo que organizan
avistamientos todo el año, el
mejor ejemplo de cómo una
gestión racional del lobo
puede servir para revitalizar las
comarcas donde cría y caza.
Como establece la directiva
Hábitats, el Duero marca en
España la frontera para el
tratamiento del predador: al Norte
del río puede ser cazado.
En la otra orilla, no. «Pero el
lobo avanza hacia el Sur. Es
imparable», sentencia
Buruaga. 

 

Los biólogos anhelan el
momento en que las manadas
acantonadas en las sierras
madrileñas de Guadarrama y
Navacerrada (también los
han visto en El Escorial), y que
esperan el momento de saltar al
Sur, se unan con las escasas
poblaciones (apenas de uno a tres
grupos aislados) que sobreviven a
duras penas en Sierra Morena. En
Andalucía, el lobo es una
especie en «inminente
peligro de extinción»,
situación a la que
contribuye la gestión de la
propiedad privada, grandes
latifundios vallados y sometidos a
monterías. 

 

Pese a todo, y como constata
el censo regional, el lobo es una
especie con una excelente salud.
Castilla y León es la
comunidad con más
manadas (179) de toda Europa
Occidental y en sus mugas se
concentran los ejemplares
deseosos de colonizar nuevas
tierras. 

 

Aullidos de manada 

 

En Cataluña se ha
detectado la presencia de lobos
procedentes de Italia (comparten
el material genético de las
manadas de los Abruzzos), que se
han asentado en Pirineos, en la
zona de la Sierra del Cadí.
Se trata de ejemplares aislados,
solitarios, que aún no han
formado manadas. Asturias
está plenamente
colonizadas por los lobos y se
producen problemas de
gestión en la zona
más oriental (Llanes). Una
situación similar se vive en
la zona norte de Burgos (Valle de
Mena), donde al contrario de lo
que sucede en el resto de la
provincia, las manadas son muy
escasas. En Cantabria el lobo
está asentado y se
caza. 

 

En La Rioja hay manadas
establecidas en el Alto Najerilla y
en la Sierra de Cuera donde
causan problemas serios a los
ganaderos. En el País Vasco
se está elaborando su
censo en la actualidad. Y aunque
se han visto lobos aislados en
Vizcaya, no se tiene aún
constancia de manadas asentadas
en la comarca de Karrantza. En
Álava, las poblaciones se
extienden de Sierra Salvada a
Sierra Guibijo y han colonizado
también Valderejo. 

 

Rastrear y contar lobos es una
tarea apasionante, un ejercicio que
exige paciencia, destreza y un
conocimiento del terreno que solo
aportan los guardas (agentes
medioambientales) y celadores
capaces de observar en el monte a
esta especie «elusiva,
crepuscular y nocturna»
cuyos machos dominantes son
capaces de recorrer hasta 80
kilómetros en una sola
jornada. El territorio habitual por
donde se mueve un lobo suele ser
de unos 250 kilómetros
cuadrados (en solo 20 días
recorrería toda La Rioja, por
ejemplo). 

 

Todo sirve para contarlos. Las
rascaduras, por ejemplo, que son
las marcas que hacen con sus
uñas para marcar el
territorio. Suelen elegir los cruces
de caminos y las sendas, y,
también, los árboles
(como hacen los osos, que llegan a
descortezar algunos ejemplares
para anotar su presencia).
También, claro, los aullidos
que los rastreadores imitan para
localizar las manadas; las
imágenes captadas por las
cámaras camufladas en el
campo y las huellas. Las del lobo:
se distinguen de las del perro por
ser más alargadas y porque
las marcas de sus uñas,
siempre bien afiladas como
corresponde a un exitoso cazador,
son mucho más grandes y
profundas. Una manada (9
ejemplares de media) suele estar
compuesta por el macho y la
hembra alfa, los 4-6 lobeznos de
la camada y un par de lobos
jóvenes. 

 

Pollos con clavos para
matar 

 

Un elemento al que los
investigadores prestan especial
atención es a los
excrementos. «Son enormes
y su olor es asqueroso, inolvidable.
Se distinguen de los de
mastín porque suelen
aparecer pelos y uñas de
corzo…», explica Buruaga,
autor del censo junto a Felipe
Canales y Miguel Ángel
Campos. «Debemos manejar
las cacas con mucho cuidado y
acercarlas a la nariz protegidos con
mascarillas ya que, de otro modo,
podríamos inhalar larvas de
nematodos que han causado
problemas a algunos
biólogos»,
matiza. 

 

Queda claro que el lobo es una
especie ganadora, hecha a
colonizar a golpe de garra y
degüello. Pero una cosa es
verlo en los documentales y, otra,
tenerlo de vecino. En el norte de
Burgos se ha localizado en el
monte un pollo precocinado relleno
de clavos y con una bolsa de
matarratas en su interior: una
trampa mortal. Y no es un caso
aislado. «Donde no hay
cultura de convivencia con el lobo
los problemas son mayores. En el
Norte los ataques no se denuncian
tanto como antes. El hombre del
campo sabe convivir con ellos,
tiene capacidad para soportar esa
carga. Sin embargo, donde el lobo
es un fenómeno nuevo,
porque llevan más de seis
generaciones sin verlos, se produce
una gran distorsión»,
reconoce el biólogo
alavés.

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