Entre las suaves lomas de Castellterçol (Barcelona, 2.500 habitantes) un cachorro de mastín juguetea con las ovejas de La Ginebreda, finca dedicada a la cría de cordero ecológico. «Tiene que crecer con ellas», comenta el ganadero Dirk Madriles.
Dana ha cumplido cuatro meses y dentro de otros cuatro abandonará la pillería para convertirse en un feroz guardián. No es un perro pastor más. Ha sido entregada a Madriles como parte de una iniciativa para hacer frente a la última amenaza que se cierne sobre los ganaderos de la zona: el lobo. El ancestral depredador, perseguido por el hombre hasta extinguirlo de Cataluña hace un siglo, ha vuelto y mata ganado a solo 40 kilómetros de Barcelona. Un regreso que es celebrado por biólogos y ecologistas, pero despierta los recelos de los ganaderos «Que se instale aquí me parece bien: vuelve a su hogar», afirma Dirk. «Pero amenaza mi futuro, duermo angustiado», añade tras perder siete ovejas por ataques en los últimos seis meses.
El lobo lleva mucho tiempo en expansión en España, principalmente en el noroeste. A los Pirineos catalanes llegó hace una década desde Francia. En todos estos territorios, el animal recupera sus antiguos dominios en áreas rurales escasamente pobladas. Pero en el Moianès, zona en la que se encuentra Castellterçol, su llegada supone un gran reto. Porque la economía de Moianès se basa en los veraneantes, el turismo rural y la pujante industria agroalimentaria ecológica.
Aunque el primer ataque se produjo hace ocho años, el asunto se ha mantenido casi en secreto. «En el pueblo lo saben muy pocos», detalla Pilar Clapers, de 43 años y responsable de una entidad ecologista. «Los que lo sabíamos dijimos que mejor no decirlo, porque ante el lobo la gente reacciona a la defensiva», lamenta. Tampoco los Ayuntamientos de Castellterçol y el vecino Castellcir han propagado la noticia. «Todavía no sabemos si es verdad o una leyenda», se justifica el primer teniente de alcalde de Castellterçol, Joan Sala. Y ni siquiera los ganaderos afectados, invitados a ser cautos por la Generalitat, han levantado la voz. El lobo ha sido un secreto bien guardado en una tierra repleta de segundas residencias.
Jesús y Bartomeu Suriñach aún recuerdan el sigiloso remover entre los arbustos, las 12 ovejas que hallaron desnucadas y a medio comer. «Sabíamos que era un depredador distinto: no se le veía nunca, era una sombra», relatan estos ganaderos de Castellcir. «Solo encontrabas el rastro de sangre», rememora Bartomeu. «El rebaño ni se movía… degollaba ovejas una a una y las arrastraban unos 150 metros montaña adentro», apunta.
Los Suriñach sufrieron en 2002 el que seguramente fue el primer ataque del lobo en el Moianès desde el siglo XIX. El golpe sorprendió tanto que la Generalitat tardó meses en confirmar el origen del ataque. Y es que el depredador había llegado por donde menos se le esperaba. Los responsables de Medio Ambiente del Gobierno catalán daban por hecho que, ante la expansión del lobo ibérico por España, era solo cuestión de tiempo que este llegara a Cataluña. «Pero no ha sido así», admite la Generalitat. Jorge Echegaray, investigador de la Estación Biológica de Doñana del CSIC, explica que la feroz oposición a la especie de los ganaderos de otras comunidades, como el País Vasco, ha sido un obstáculo infranqueable para la expansión del lobo ibérico hacia el este.
El nicho ecológico lo ha ocupado la subespecie de lobo procedente de los Abruzzos italianos, que han tardado apenas 20 años en cruzar los Alpes y toda Francia hasta instalarse en los Pirineos.
El Gobierno catalán ha identificado en la última década, mediante pruebas genéticas de restos, 13 ejemplares distintos en Cataluña. De ellos, solo una era hembra, lo que dificulta que la especie se reproduzca aquí. Tras cruzar la frontera, el lobo se asentó en el macizo del Cadí, en el Prepirineo catalán. Y desde allí ha hecho al menos cuatro incursiones hacia el área barcelonesa.
Entre 2004 y 2010, los lobos han matado al menos 85 cabezas de ganado en Cataluña, 10 de ellas el último año en las cercanías de Barcelona. El aumento de los ataques llevó a la Generalitat a establecer en 2007 indemnizaciones por ataques causados por especies como el lobo. Las compensaciones oscilan entre los 95 euros por un cordero de menos de un año a los 2.150 por una vaca adulta. El monto total destinado a este efecto aún es escaso: 9.364 euros desde 2004. Jordi García Petit, director del Parque del Cadí, opina que las medidas de prevención adoptadas están dando sus frutos. En la zona del parque hay cerca de 5.000 vacas, 8.000 ovejas y 1.000 cabras. A diferencia del Moianès, ninguno de estos animales ha sufrido ataques.
Las cabezas de ganado muertas por el lobo son muy escasas en comparación con el mayor azote de los ganadores: los perros salvajes. Según la Generalitat, entre 2005 y 2010 estos animales acabaron con 648 cabezas de ganado. Pero los perros no son una especie indemnizable, así que los ganaderos tienden a atribuir al lobo los daños sufridos, por lo que la Generalitat estudia caso a caso mediante pruebas genéticas, las denuncias de los ganaderos.
Los ecologistas se erigen como firmes defensores del lobo a pesar de los daños. «Que se instalen aquí es cuestión de tiempo, y es una buena noticia», asume Clapers. «Hay miedo por la densidad de población: en el Pirineo vive poca gente; aquí estamos muy cerca de grandes ciudades y a tiro de piedra de Barcelona. Si se hubiera recuperado otra especie, la Generalitat lo habría difundido a bombo y platillo», señala. «Pero el lobo genera un miedo atávico: hay que combatir el efecto de los cuentos: la Caperucita Roja, Los tres cerditos…», ilustra Clapers.
«Nuestro objetivo es que no haya desconfianza por parte de los ganaderos», señala Ruiz, consciente de que ya afloran los primeros problemas de convivencia. La entrega de perros como Dana a este colectivo es una de las iniciativas adoptadas por el Gobierno catalán, que se muestra confiado de su efectividad. La astucia del lobo, se entiende, le llevará a evitar el enfrentamiento con los perros y la hará dirigir sus esfuerzos hacia otras presas más sencillas de capturar. El otro grupo que podría recelar del lobo, los cazadores, aún no se ha posicionado, seguramente por la escasa densidad de lobos presentes en Cataluña.