Extremadura dividida en 23
comarcas. Esta es la propuesta que figura en
el anteproyecto del Plan General de Caza,
expuesto a información pública
desde el pasado martes (se puede leer en la
web oficial extremambiente.gobex.es).
A lo largo de 324 páginas,
más los anexos, este documento sienta
las bases del nuevo modelo cinegético
que se propone para la comunidad
autónoma. El texto aborda todo tipo de
cuestiones relacionadas con el sector, pero la
novedad más destacada es la
comarcalización.
«Supone un cambio de estrategia en
la política sobre caza en la
región», resume
Sebastián Redero, ingeniero de Montes
y técnico de la Federación
Extremeña de Caza, una de las
entidades a las que se ha pedido
opinión antes de elaborar el
anteproyecto. También se ha
consultado a asociaciones agrarias, colectivos
conservacionistas, empresas de caza mayor y
menor, orgánicas, recovas,
cetreros…
De las reuniones mantenidas con
representantes de estos sectores y del estudio
de un amplio catálogo de datos sale la
sugerencia de establecer cuatro
categorías e incluir en ellas a las
diferentes comarcas. Los factores que se han
seguido para hacer la división son
básicamente seis: usos del suelo,
aprovechamientos agroganaderos, espacios y
especies protegidos, densidades de
población y distribución de las
principales especies cinegéticas (conejo
y perdiz o ciervo y jabalí en el de la
mayor), presencia de corzo o cabra
montés, y por último,
características de los terrenos
cinegéticos, principalmente los
cotos.
Adaptado al terreno
Con estos criterios en la mano, se ha
recurrido a la tecnología SIG (Sistemas
de Información Geográfica),
una herramienta informática con
multitud de utilidades, entre ellas aplicar capas
al terreno de forma virtual. «En un
primer momento -se explica en el Plan- se
hicieron coincidir por su simplicidad los
límites de las comarcas
cinegéticas con los de los
términos municipales, pero en
sucesivas propuestas y modificaciones, estos
límites han ido ajustándose
allí donde ha sido necesario a otros
elementos del paisaje, fundamentalmente
ríos y arroyos, o vías de
comunicación».
El resultado es que hay tres zonas VC1,
esto es, predominantemente agrícolas
y con predominio de la caza menor. Son
Miajadas, Tierra de Barros, Vegas Bajas y
Vegas altas excepto la sierra de Pela, que se
ha catalogado como área VC4, esto es,
fundamentalmente forestal y con prevalencia
de la caza mayor. También son VC4
Alcántara-Alagón,
Monfragüe y dehesas periféricas,
Sierra de San Pedro-Tajo Internacional,
Villuercas-Ibores-Jara, La Siberia, Sierras
orientales de La Serena, Tierras centrales de
Badajoz, Tentudía, Trasierra-Jayona y
por último, la sierra de Azuaga.
En el grupo VC2 están las
áreas básicamente ganaderas o
agrícola-ganaderas y con dominio de la
caza menor. Son diez: Plasencia-Coria, Campo
Arañuelo-Tiétar, Llanos de
Cáceres y Brozas, Llanos de Trujillo-
Almonte, La Raya, Cáceres centro-
Cornalvo, Serena, Dehesas del Suroeste,
Dehesa y sierras del Sur (excepto
Tentudía y Trasierra-Jayona, que como
ya se ha indicado, son VC4) y la
Campiña Sur (excepto la sierra de
Azuaga).
Para concluir el reparto, las comarcas de
Gata-Hurdes y Vera-Jerte-Ambroz quedan
como zonas VC3, que son aquellas con usos
agrícolas, ganaderos y forestales y con
aprovechamiento cinegético mixto, o
sea, donde se dan tanto la menor como la
mayor.
«La comarcalización -valora
Sebastián Redero- es una herramienta
imprescindible, pero con dos matices. El
primero es que debe ser flexible, que vayamos
corrigiendo fallos según se detecten, y
para ello nos gustaría que se habilitara
algún tipo de herramienta que permita
ir solventando estos posibles errores. Y en
segundo lugar, el Plan no define exactamente
qué es lo que se puede o no se puede
hacer en cada área, por eso
entendamos que hace falta más
concreción».
«Precisamente para tratar de solventar
esto último -añade-, en la
Federación hemos querido ir un poco
más allá y hemos hecho un
cuadro en el que especificamos las medidas
que se han de tomar en cada una de las cuatro
categorías». En su
opinión, hay un último aspecto
a tener en cuenta. «El Plan -apunta-
recoge actuaciones a desarrollar pero no habla
de la financiación, y nada de lo que se
plantee se podrá hacer si no se habilita
el dinero necesario para ello».
Lo que hace el anteproyecto es trazar unas
líneas de actuación para cada
uno de los cuatro tipos de comarca, pero en
una fase posterior, cada una de las 23
deberá tener su plan de
actuación. «En vez de que cada
coto tenga su propio plan -explica
Sebastián Redero-, se trazan unas
líneas generales a nivel regional, y
luego cada comarca tendrá su plan
específico, al que deberán
adaptarse los planes de cada
coto».
Una de las ideas que ilumina todo el Plan
es potenciar las virtudes de cada zona y
minimizar el impacto de aquellas cuestiones
que suponen una amenaza. Traducido al
terreno práctico, significa que si en una
comarca predominan la caza menor y la
agricultura, y la población de
jabalí ha aumentado hasta el punto de
perjudicarlas, se tomarán medidas para
que frenar ese daño y favorecer tanto al
conejo y la perdiz como a ese tipo de
aprovechamiento del suelo. Por contra, si una
zona vive fundamentalmente de los
jabalíes y los ciervos, las decisiones en
materia de caza tendrán como objetivo
ayudar estas dos especies.