El paracaídas de la caza
CARLOS SÁNCHEZ. Coordinador de Investigación de la Fundación Artemisan
Dicen los más veteranos que nunca antes la caza estuvo tan comprometida.
Jabalíes, corzos, venados y otras especies han ido conquistando nuestros cotos, y aunque esta abundancia permite que disfrutemos de inolvidables jornadas, en muchos lugares de nuestra geografía la caza mayor ya es plaga. Saltan a las carreteras, producen daños agrícolas, padecen y contagian enfermedades al ganado y al ser Humano y cada vez más, se adentran en ciudades y pueblos en los que nunca antes hubieras imaginado verlos. Y al contrario, la caza menor es cada vez más escasa y errática, con un declive galopante que sólo alivian los últimos «mohicanos» que cuidan de perdices, liebres, tórtolas, zorzales y anátidas silvestres contra viento y marea. Mención aparte merece el conejo, plaga en un coto y extinto en el de al lado.
La Sociedad del siglo XXI no entiende y no quiere conocer la caza. Nos llevaría mucho explicar por qué ha sucedido, pero cuando más del 80% de la población vive en ciudades y grandes municipios, es muy difícil mantener el contacto con la naturaleza pero muy fácil adoptar nuevos pensamientos y tendencias. No se aboga por la protección de la naturaleza y los animales, sino por la igualdad entre Homo sapiens y el resto. A ello contribuyen partidos políticos, mesías de la conservación y organizaciones con buenos fines pero de dudosos medios. Y por último, está el colectivo de cazadores, envejecido y maltratado, pesimista y quizás mal organizado. Acostumbrado a estar en una zona de «confort» que ya se ha terminado, y para el que vienen nuevos tiempos, para lo bueno y para lo malo.
La caza se acerca así hacia un precipicio, empujada por los propios y ajenos. Todos aprietan como pueden y ya se ve el abismo, que da mucho vértigo. Según se atisba la caída, alguien tira un paracaídas con varios elementos. Asoman estudios científicos hechos por cazadores y científicos, que desprenden críticas pero también reconocimientos. Hay ruedas de prensa, televisión, redes y teléfonos móviles. No faltan reuniones, jornadas y congresos. Se ven jueces, abogados, denuncias, sentencias y muchos procesos. Hay jóvenes cazadores, mujeres, así como padres y madres con sus hijos. El paracaídas ya está casi listo, y en el borde del precipicio, la caza se siente más segura y en vez de mirar al abismo, ahora mira hacia el frente, con respeto, pero sin miedo.