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En el coto de Ribadedeva se llevan abatidos 30 jabalíes desde el inicio de la temporada

Los cazadores de Ribadedeva sólo disponen de 3.566 hectáreas de terreno y dividen el espacio en dos lotes de caza: La Franca, hacia el Cantábrico, y Ulpiones, contra las estribaciones del Cuera.

El territorio representa la décima parte de otros grandes cotos de la comarca, como los de Piloña, La Parraguesa y Llanes, aunque resulta suficiente para que los dinámicos cazadores ribadedenses maten el gusanillo.

Todos los años aumenta el número de capturas. En los últimos cuatro temporadas abatieron 31, 39, 56 y 61 gorrinos, respectivamente, mientras que en la actual campaña ya son 30 los jabalíes que han doblado la rodilla. De certificar la defunción de los suidos se encargan tres cuadrillas dirigidas por Melchor Camacho, Pepe Piney y Juanjo Andréu.

De los 30 cerdos salvajes apiolados, 16 perdieron el pellejo en Ulpiones, entre el límite con la localidad llanisca de La Borbolla y la aldea de Andinas, y los otros 14 fueron cobrados en La Franca, entre los ríos Cabra y Deva.

Las dos últimas monterías de la palomilla que gestiona Juanjo Andréu se saldaron con la captura de seis verracos: tres en La Franca y otros tantos en Ulpiones.

El trío de La Franca estaba encamado en las Bajuras de Pimiango, en terrenos de un tupido matorral conocido cono el Jairín. Y los tres de Ulpiones, de porte armónico y extraordinario, corrieron en frenética desbandada por espesas tierras colonizadas por eucaliptos y castaños hasta la zona conocida como Portillu Boyar, donde les esperaban certeras escopetas.

La jauría de la cuadrilla de Andréu es muy numerosa. En ella actúan como monteros Manolo y César Amieva, que en Pendueles ceban a 20 perros grifones aunque a las cacerías sólo llevan ocho: ‘Ringo’, ‘Yuti’, ‘Galvano’, ‘Leti’, ‘Tuna’, ‘Pinto’, ‘Falco’ y ‘Tas’. Y a ellos se unen Pedro Rodrigo, propietario de canes de los encantes saintongeois y grifón, y Pablo Rodríguez Rojina, quien prefiere la compañía de perros Azul de Gascuña.

No descuidan la convivencia los cazadores de este grupo y antes de partir hacia la espesura se concentran en el bar Oyambre, en El Peral, donde preparan la táctica a seguir entre humeantes tazas de café y algo sólido. Al final de la jornada la cita obligada es en las mesas de El Pontón, un restaurante situado en Noriega. Allí acabaron el pasado sábado bien atendidos por Juan Carlos Posada. Sobre largas mesas apareció un menú ‘ligero’: sopa de hígado, fabes con jabalí y de postre, a elegir, entre natillas y arroz con leche. Conviene señalar que la cocinera era Sonia Marotías.

Así es como la tarde se convierte en noche y en las tertulias se vuelve a vivir con intensidad lo acontecido en la jornada. De ahí la increíble pregunta que suelen hacerse los cazadores: «¿De qué hablarán los que no hablan de caza?»

Y al hablar de Ribadedeva es de justicia señalar la presencia allí de grandes tiradores: Matarranz, Ibarlucea, los hermanos Caso y Carlitos Noriega.

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