El anteproyecto de Ley de protección y bienestar de animales de compañía que la Xunta pretende aprobar se ha encontrado con la oposición frontal de cazadores, agricultores y ganaderos. Para estos colectivos el problema radica en que la norma no diferencia entre perros de compañía y perros de caza y de trabajo en el rural por lo que podrían ser sancionados.
07/08/2016 | La Opinión A Coruña | Manolo Rodríguez
Tanto la Mesa Galega por la Caza, la Asociación de Caza Mayor de Galicia, la Federación Gallega de Caza y los sindicatos Unións Agrarias y Xóvenes Agricultores ya han presentado alegaciones a la ley que está en periodo de exposición pública.
Esta falta de separación en la norma entre perros de compañía y de caza y del rural puede provocar, según estas asociaciones, que se llegue a situaciones como que se denuncie a un propietario de un mastín de guardia por poner en riesgo la vida del perro al tener que enfrentarse con lobos o se sancione a un dueño de un perro de caza por utilizarlo en la batida de un jabalí.
Cazadores, ganaderos y agricultores están en contra, básicamente, de cuatro disposiciones que aparecen en la norma: no poder cortar las orejas y el rabo a los perros, no poder transportar animales heridos o enfermos, no poder intercambiar cachorros y no poder utilizar collares eléctricos.
«La ley que quiere sacar la Xunta equipara a los perros de caza con los de compañía y no son lo mismo. El perro de caza es un animal de trabajo», zanja, Manuel Saa, presidente de la Federación de Caza de A Coruña. De la misma forma piensa Jacobo Feijóo, de Unións Agrarias que apunta que la ley «está bien para los animales de compañía», pero no para los que se utilizan en el rural. «Debería haber un artículo que regule esta diferencia. Que quede claro que es para las mascotas», reitera. Francisco Bello, de Xóvenes Agricultores, resume la problemática con su propia experiencia. «En el campo todo el mundo tiene perros. Tengo cinco y cada uno es para una cosa: dos son de caza, dos son para cuidar la casa y otro para cuidar el ganado. No se puede hacer una ley que vaya de espaldas a la realidad», reconoce.
La Mesa Galega por la Caza resume en sus alegaciones el sentir de todo el colectivo. Los perros de caza «efectivamente son animales domésticos pero en ningún caso pueden considerarse de compañía». «No podemos obviar que estos perros no pueden definirse como de compañía, pese a la indudable afección sentimental de sus dueños hacia ellos, pues no se emplean para tal fin, sino que única y exclusivamente son destinados a la práctica de la actividad cinegética, por lo que no se encuentran en contacto permanente con personas ni habitan en las viviendas o domicilios particulares de sus dueños, por lo que nunca transitan por la vía pública», afirma.
La Ley de protección y bienestar de animales de compañía prohibe de forma expresa mutilaciones estéticas. Es habitual que a determinadas razas se les corten las orejas y el rabo. «Es un disparate esta prohibición», se queja Jacobo Feijóo. «Estamos hablando de hacerlo en un veterinario con todas las garantías de seguridad. Hay perros de caza o de campo que si no se les corta las orejas y entran en los toxos se las destrozan», reconoce. «Hay perros de caza que colean mucho cuando están siguiendo un rastro y si no se les corta el rabo se lo van a romper. Es de sentido común. No es cortar por cortar», asegura el presidente de la Federación de Caza de A Coruña.
En sus alegaciones, la Mesa Galega por la Caza explica que entre los perros destinados a la actividad cinegética existen algunas razas a las que «tradicionalmente y única y exclusivamente por razones higiénicosanitarias que persiguen el bienestar del animal», se les realiza pequeñas intervenciones quirúrgicas con el objetivo de recortarles sus orejas y/o rabos. «Con ello se persigue que el perro, en la práctica de la actividad cinegética en el monte, no sufra heridas sangrantes en estos miembros por las constantes rozaduras con la vegetación y otros elementos orográficos y que le pudiesen conllevar graves e importantes riesgos para su salud, tales como infecciones o mutilaciones», asegura.
La norma también establece que «no se podrán transportar animales heridos o enfermos». ¿Qué hacemos entonces cuándo el perro está herido?», se pregunta Manuel Saa. Los cazadores recuerdan que en la práctica de la actividad cinegética es muy habitual que los perros, bien por su normal deambular por el monte o como consecuencia de los enfrentamientos con jabalíes o zorros, sufren heridas o lesiones que requieren su traslado a un centro. «Atendiendo a la literalidad de esta prohibición, sería el veterinario el que debería acudir hasta el cazadero para poder asistir al animal, lo que en la mayoría de los casos conllevaría el lamentable fallecimiento del perro», alegan los cazadores.
Otra de las prohibiciones que incluye la ley de la Xunta es el intercambio de cachorros. Desde Unións Agrarias afirman que es «una práctica muy recomendable para evitar problemas de consanguineidad y transmisión de enfermedades y taras hereditarias de los perros de caza». «Es una práctica totalmente recomendable por los veterinarios», afirman representantes de la Mesa Galega por la Caza.
La normativa también prohibe los collares eléctricos para el adiestramiento de perros de trabajo. «También parece una regulación de excesivo rigor y no justificada, ya que se trata de aparatos que no maltratan a los perros y que pueden ser muy útiles para modificar determinadas consultas agresivas de los perros durante su proceso de adiestramiento para el control de rebaños o custodia de personas e instalaciones», explican desde Unións Agrarias.
«Son todos ellos preceptos de la norma que pueden ser acertados para los animales de compañía y perros que residen en un piso o en un entorno urbano, pero que nada tienen que ver con la actividad de perros de caza, guardia y trabajo, que tan precisos son en el rural, y que nada tienen que ver con prácticas que en modo alguno se puedan considerar maltrato animal», resume Jacobo Feijóo.