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Grandes sabuesos tras la pista oculta

A las siete de la mañana, acompañado por los jueces de la Federación de Caza, Xebe Mitxelena marcaba con ‘Chita’, jabalina de 60 kilos de peso y buenos colmillos, los distintos recorridos que luego deberían cortar, reconocer y trazar los quince mejores perros de rastro de la Comunidad Autónoma.

Los jueces se mantenían fuera del camino de la bestia pues es norma principal de un campeonato de rastreo que el último trazo sea el del jabalí para que ningún otro olor se cruce en la tarea del sabueso.
Más de una hora y de dos anduvo ‘Chita’ entre zarzas, arbustos, árboles, monte pelado y laderas de brezo. Hozaba, se rascaba y marchaba a ratos a trote cochinero mientras abajo en el pueblo, en la sede de la sociedad Basurde, quince rastreadores esperaban el sorteo y los perros aguardaban en la plaza, aún dentro de los remolques .

José Francisco Urteaga y ‘Txato’ (astur-cántabro), campeones autonómicos en 2011; Arkaitz Etxarri y ‘Listo'(sabueso) que el año pasado perdieron el podium por muy pocos puntos; Asier Aguirrebeña y ‘Lagun’, su poderoso astur; Xabier Salaberria y ‘Nei’, cuartos en el Territorial del año pasado; Jon Pereira y ‘Niko’, ese azul gascoña campeón de Gipuzkoa; Juan Carlos Zubizarreta y ‘Laika’; Luis Lazcoz y ‘Ron’, un bruno de Jura; David Ondicol con su campeona alavesa, ‘Yesca’, sabuesa grifona; Pedro Vergaz con’Duque’, Eneko Dilla con ‘Zuri’, Mikel Zarrabeitia con ‘Truli’; ‘Beltza’ con Gustavo y Asier Sierra con ‘Moro’ subieron a la campa donde un poste señala los caminos que llevan a los cargaderos de minas de Mustar, a Ipuliño, San Lorenzo o el Plazaola. Les acompañaban amigos, ojeadores, organizadores de campeonatos y compañeros de sociedades de caza como esa Txorikale Elkartea de Tolosa que siempre peregrina allá donde el jabalí es señor de los bosques. A Huesca, por ejemplo. Entre sus miembros, un medalla de oro. Juan Carlos Escudero la consiguió tras cobrarse undía un fabuloso y viejo macho de enormes colmillos.

Saludos de los jueces

A indicaciones de los organizadores, perros y dueños acompañados por un público experto, silencioso y cómplice se dirigieron a las laderas del camino que lleva al cerro San Lorenzo. Los jueces estrechaban la mano del rastreador humano y saludaban con el mismo respeto al perro. Perro de rastro, de mucho olfato que acaso huela al jabalí por lo alto, sobre las zarzas y el brezo, o tal vez sea mejor por lo bajo, con la nariz muy pegada al suelo, al campo ralo. Perro que tendrá que entrar en el recorrido marcado por el jabalí al corte, en perpendicular. Sabueso, grifón, azul gascoña o astur cántabro que una vez pillado el olor dejado por ‘Chita’ no debía tardar mucho en indicárselo a su dueño. De hecho, la tardanza en hacerlo penalizaba en la puntación de los cuatro jueces.

Ejemplares magníficos, de largas orejas algunos, de barbas duras propias de terrier otros, que si perdían el trazo debían recuperarlo rápido para no desperdiciar puntos. Recuperarlo sin ayuda de su compañero humano. Porque en las competiciones de rastreo ha de ser el sabueso, el lebrel, el bruno de Jura, quien tire del dueño, quien le anime a seguir el rastro. Y se lo marcará con ladrido poderoso y continuo, de esos que no llaman a engaño.

Todo eso en dos minutos de hermosa cadencia. Bajo una niebla densa. En una excelente jornada de monte y montería. Campeones.

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