Influencers, marcas y caza ¿Vamos por buen camino?
Escribo estas palabras de reflexión en las notas de mi móvil desde lo alto de una carrasca. Ya he ordenado todos mis pensamientos y preocupaciones semanales. Aguardo a aquel al que más respeto profeso del reino animal. Ese que me quita el sueño. Y, como el resto de animales cinegéticos, hace que recorra mi cuerpo esa sensación de triunfo, pena y respeto tras lograr ganarle la mano.
Acecho bajo el cobijo de las ramas de hojas puntiagudas como alfileres, con el único soporte de un tablón que ya hace mella en mis posaderas.
De fondo escucho el cantar de las ranas y el esporádico aterrizaje de algún azulón. Cantar que para en seco cuando chilla la zorra, como si de un mando a distancia en pause se tratase. Bajo mis pies, cruje el tímido correteo de ratones de campo. En medio de la siembra recién segada, vislumbro la silueta de dos liebres en plena batalla. Batalla, que ameniza el canto de una perdiz roja, de las de verdad, sin voladeros ni incubadoras.
Han pasado cinco minutos y un corzo ladra tímidamente ente las chaparras. Mientras, canta la más pequeña de las gallináceas.
Siento la pelea de dos jóvenes primales de jabalí. Segundos después, tímidamente asoma la líder de la manada. Levanta la jeta en busca del olor a peligro. Orejas abiertas y al frente, tratando de ubicarme. Llamadme loco, pero siempre he pensado que tienen un sexto sentido y, a veces, presienten que hemos irrumpido en su medio.
Emprende rumbo a la charca, tras ella comienzan a aparecer siluetas de distintos tamaños. Algunos incluso la adelantan a toda velocidad en busca del barro que calmará el calor acumulado.
Observo con una sonrisa, pues esto es caza. Cazar no es posar con grandes trofeos que solo costaron el esfuerzo de apretar el gatillo y hacer blanco, tampoco lo es repetir esta escena que relato en un cercado poco más grande que el Bernabéu, ni escribir frases bien sonantes sacadas de Internet.
Cazar es patear el monte y volver a casa bolo, no dormir una noche por no haber logrado recoger un perro y haber tenido que dejar una chaqueta en el monte por si volviera a la suelta, pasar horas preparando puestos o sonreír cuando una liebre gana la carrera al galgo.
Cargar con sacos de maíz semana tras semana cuando se echa en falta la comida o arrastrar generadores y bombas para llenar bebederos en lo alto de la sierra. Revisar como un niño la mañana de reyes las cámaras de foto-trampeo. Todo esto sin necesidad de subir trescientas fotos y vídeos que así demuestren que hacemos algo por el campo. Cazar es esa emoción que va más allá de abatir un animal, siendo éste el fin inevitable de nuestra pasión, fin necesario por otro lado, no debemos esconder que somos una herramienta de gestión.
Muchos de los que leerán estas líneas, se sentirán identificados con mis palabras. Palabras de alguien que humildemente narra su experiencia en el campo. Como yo, hay muchos otros cazadores comprometidos que buscan aportar. Ofrecen sus experiencias, prueban material, hacen entrevistas, escriben artículos, editan vídeos y un largo etcétera. La práctica totalidad lo hacen de forma altruista.
¿Todos de acuerdo con que hay que valorar este contenido?
Ya oigo el grito unánime: ¡Sííííí!
Entonces, ¿Por qué convertimos en abanderados de la caza a pseudo cazadores? Es impresionante como cuentas en RRSS con fotografías maravillosas, reflexiones reales y escritos didácticos; son ignoradas por el público en general.
Lo que vende son las caras bonitas, no me malinterpreten y se tiren al cuello, tanto hombres como mujeres. Publicaciones sin sentido, posando junto a rifles de marca con frases sacadas de internet. Gente que no pisa el campo, que rellena sus perfiles con fotos del único día que ensució sus botas. Incluso con fotos de terceros. Cuentas más parecidas a galerías de imágenes de Google que a verdaderas historias a pie de campo. Gente que jamás se preocupó por aportar y sumar, cuyo único objetivo es ganar followers y ser patrocinado por alguna marca. Aquellos que no saben distinguir un campo de trigo de uno de cebada, una rana de un sapo o un grillo de una cucaracha. O Simplemente esos cuyo único interés es subir fotos de grandes trofeos, de los cuales tiene mucho más mérito el guarda que los acompañó que ellos que, básicamente, apretaron el gatillo.
Habrá quien piense que este artículo se escribe desde el rencor. No señores/as. Se escribe desde la indignación que produce luchar por un sector que no sabe valorar a quien de verdad lo defiende. Un sector que prefiere 2000 likes antes que un vídeo en que se justifique la caza. Un sector que sin darse cuenta se destruye a sí mismo día a día, con publicaciones atroces que poco muestran de la naturaleza. Con abanderados que estarían mucho mejor en sus casas que intentando dar ejemplo y con un número de enemigos que inevitablemente crece día a día por culpa de la pésima imagen que mostramos.
Marcas que piensan que miles de likes son sinónimo de miles de ventas, premios a grandes cazadores/as cuya única afición es colgar selfies en redes sociales o reconocimientos a aquellos que con sus opiniones desacertadas y malas publicaciones dilapidan la imagen de la caza. Lo siento señores, no invertiré un euro en marcas que fingen defender la caza y de forma hipócrita financian a aquellos que no la sienten como parte de ellos y no están dispuestos a mover un dedo en su defensa.
Es hora de despertar, de condenar sin tapujos aquellas publicaciones que dañan nuestra imagen pública y no muestran la realidad de la caza. De aplaudir a quienes hacen por el sector, a aquellos que dedican su tiempo y esfuerzo para formar y divulgar. En definitiva, es hora de abrir los ojos, dejar de ser palmeros y luchar por una afición en declive. No por tener como fin la muerte de un animal, sino por no haber sabido inculcar y transmitir sus valores al público en general.
Lograr que el resto de la población, aquellos con dos dedos de frente obviamente, entiendan nuestra pasión y nos respeten, pasa por el esfuerzo de TODOS.
Como conclusión y a modo de reflexión para el lector, propongo una serie de cuentas de RRSS. En ellas no buscan viralizar ni escandalizar. Cuidan el contenido, tratan de mostrar la verdadera imagen de la caza e ilustran salidas reales de campo. En definitiva, caza real, compañerismo, ética y pasión por la naturaleza. Casualmente, son cuentas con «pocos» seguidores en su mayoría, que no gozan de altos volúmenes de likes y difusión. Siendo éstas, entre otras, las que a mi entender, son dignas de admiración y reconocimiento. Ruego me disculpen aquellos a los que no menciono, he buscado ejemplos varios, son muchas más las cuentas que sigo.
Recomendaciones
Cabe destacar, y conviene hacer hincapié, en que sus propietarios pueden o no, estar de acuerdo con la opinión vertida por el autor en esta página. También, indicar al lector, que el autor nunca estuvo en contacto con muchas de estas cuentas, no se trata de mencionar a conocidos y amigos. Si alguno de los citados desea que eliminemos la mención, por favor, contacte con nosotros por mensaje directo de Instagram o en info@mevoydecaza.com.
Firma la carta:
Gonzalo Bravo
ME VOY DE CAZA