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La caza ha cambiado

La caza ha cambiado

Al igual que lo han hecho muchos aspectos de la vida, la caza ha cambiado sustancialmente en el último medio siglo. Con frecuencia, el cazador de mitad del siglo XX practicaba la caza como complemento a su dieta alimenticia, y era raro el cortijo o aldea en donde la mayor parte de los vecinos no cazasen.

Al igual que lo han hecho muchos aspectos de la vida, la caza ha cambiado sustancialmente en el último medio siglo. Con frecuencia, el cazador de mitad del siglo XX practicaba la caza como complemento a su dieta alimenticia, y era raro el cortijo o aldea en donde la mayor parte de los vecinos no cazasen. En la actualidad somos mucho menos, también más viejos, pero mucho más formados y preparados. Cazamos basándonos en los planes técnicos de cada coto y tenemos mucha más previsión de futuro. El cazador de hoy invierte mucho dinero e ilusión, de modo que con frecuencia no disfruta matando a los animales que cría, sino gestionando el terreno para que proliferen. Los cazadores de antaño, con muchos menos medios y más arcaicos, no eran tan conscientes de la fragilidad del entorno y cazaban casi todo lo que podían, dando por hecho que la naturaleza era una fuente inagotable de recursos. Hoy se hace de un modo mucho más sostenible y respetuoso. Las armas y municiones no han cambiado demasiado, pero sí los complementos. Hoy día existen telescopios, cámaras de fotos que pueden sacar primeros planos de animales a cientos de metros, visores de alta gama con los que se puede tirar con precisión a un kilometro de distancia. También visores nocturnos, o térmicos, con lo que la noche deja de ser un invonveniente para cazar. Ventajas que plantean un importante problema ético, ya que en la caza debe haber un equilibrio de fuerzas entre cazador y pieza, o de lo contrario no sería una actividad noble y admisible. Los terrenos de caza han cambiado muchísimo. Hoy dia el 100 % de los terrenos son cotos y no existe el terreno libre, lo cual resulta una decisión adecuada a nuestros tiempos. Las zonas agrícolas se han intensificado, por regla general, perdiendo muchísima biodiversidad y caza menor en general, mientras que los zonas de montaña se han forestado mucho más, lo que también ha sido negativo para las especies menores y todo lo contrario para la caza mayor. Y es, posiblemente en éste punto, las especies de caza, donde se ha producido el mayor cambio. Si a mi me hubieran dicho de niño que la provincia de Valladolid, donde mi padre me sacaba a cazar perdices, conejos y liebres todos los domingos, se iba a llenar en dos o tres décadas de corzos, jabalíes , ciervos y lobos, jamás lo hubiese podido creer. La expansión del corzo por la mayor parte de la Península ha constituído un fenómeno zoológico rapidísimo y dificil de creer. Los ciervos van detrás, y los jabalíes han llegado a constituir un problema serio, hasta el punto de que un estudio llevado a cabo en 17 países europeos afirma que la caza es ya incapaz de controlar a una población de jabalíes que crece sin medida y provoca numerosos problemas. Las perdices y liebres, por contra, caminan en dirección contraria, y hasta se ha llegado a sugerir declarar especie amenazada a la perdiz, lo cual supondría perder su status de cinegética, y con ello creo que gran parte de su valor e interés.

Otro de los aspectos para conocer como ha cambiado la caza es medir la proliferación de la caza artificial, menos compatible con la conservación que la caza natural, y variable según regiones. Algunos países europeos han perdido a sus poblaciones silvestres de perdices, o de truchas, por ejemplo, a consecuencia de repoblar masivamente, sin posibilidad de marcha atrás. Por fortuna en España éste fenómeno es más lento, y hemos aprendido que donde repoblamos sistemáticamente con perdices híbridas acabamos con las perdices silvestres. Hay grandes regiones españolas donde apenas se repuebla con perdices de granja, y casi todas las que permanecen son silvestres, como por ejemplo Castilla y León. Los cotos intensivos son escasos, y cumplen un papel importante, ya que restan presión a las perdices silvestres y además ayudan a preparar perros de caza. Pero deben ser muy minoritarios respecto a los de caza silvestre.

Siempre he admirado a Extremadura no sólo por sus incomparables parajes naturales, sino también porque la sociedad entiende mejor a la caza y los cazadores que en otras regiones. Sin embargo me sorprende que, con esa naturaleza envidiable, Extremadura apueste tanto por la caza artificial y exista una cultura bastante sólida en ése aspecto.

El cazador de hoy debe adaptarse a las circunstancias, que no son nada malas. Si no hay perdices, en vez de repoblar debemos dejarlas tranquilas y cuidarlas, y cazar conejos, jabalíes, corzos, zorros, zorzales, patos… o las especies que prosperen. En mi coto de El Gordo (Cáceres) lo hacemos así, y podemos presumir de mantener aún un magnífico paraíso de caza silvestre.

Fuente. hoy.es

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