«Suponga una armada en
una batida, con varias posturas en la misma
línea, los cazadores se colocan en el
tiradero y hay tres opciones, ¿hacia
dónde tienen que disparar?».
Esta es la pregunta número 21, la
última que cierra todos los
exámenes para sacarse la licencia de
cazador en La Rioja, conocida por todos y que
representa un ‘regalo’ de la
Administración a los aspirantes.
Un regalo bien pensado y premeditado,
pues obliga al examinado a llevar bien sabida
la respuestas a una de las cuestiones claves de
la caza, como es la seguridad a la hora de
colocarse en una batida, esencial para evitar
accidentes. «Si se colocan mal en una
batida y hay un accidente grave con un
muerto, no será porque no hemos
insistido», explica Miguel Urbiola,
director general de Medio Natural del Gobierno
de La Rioja.
Todos los cazadores de la región, a
partir del año 2004, han tenido que
responder correctamente como mínimo
a esa pregunta y a otras 15 de las 21 del
examen de cazador para acceder a la licencia
que les permite salir al campo riojano a
practicar esta actividad, considerada deporte
desde el propio sector, y como un
aprovechamiento del recurso natural desde la
Administración. Desde hace once
años, cuando entró en vigor este
examen, aproximadamente un centenar de
personas de media al año consigue la
licencia, que luego se debe complementar con
la obtención del permiso de armas en
la Guardia Civil. La prueba se reparte en dos
convocatorias, julio y septiembre. Con 76 y 48
personas presentadas, respectivamente, en
este último año, aprobaron 85
en total, que pasaron a formar parte del
colectivo de cazadores de la región,
integrado por 11.219 personas en la
actualidad, una cifra que ha ido sin embargo a
la baja en los últimos años,
según los datos de Medio
Natural.
«No se trata de poner trabas ni
mucho menos, sino de hacer valer la necesidad
de que los cazadores tengan conocimientos del
uso de armas, de los recursos naturales y de lo
que están cazando, conocer las
especies y su comportamiento; no sirve ser
cazador y no distinguir una perdiz de una
becada», plantea Urbiola. El perfil de los
aspirantes es de lo más
heterogéneo: desde hombres de 60
años de edad hasta jóvenes de
14 que quieren ya la licencia, aunque no
puedan salir solos hasta los 18
años.
Preguntas
‘Indique en qué modalidad
es obligatorio el uso de chaleco
reflectante’, ‘Diga cuál
de estas especies no está en peligro
extinción’ o ‘Diga
cuál de estas especies que se citan no
es cinegética en La Rioja’ son
otros de los enunciados que los aspirantes a
cazador deben responder correctamente en
esta prueba, tipo test, que ofrece tres posibles
respuestas a cada pregunta y de forma general
se ciñe en aspectos de seguridad y
protocolos, conocimiento de armas, del medio
y de las especies que se cazan.
Para su preparación, existe un
convenio entre Medio Natural y la
Federación Riojana de Caza para la
realización de cursos preparatorios y la
edición de un libro teórico que,
con los años, ha sido utilizado y
adaptado en otras comunidades. El examen no
tiene una dificultad elevada (aproximadamente
un 70% de aprobados en cada convocatoria)
pero establece una regulación y, a la
vez, garantiza el filtro de que «quien
sale a cazar no lo ve como algo ocasional, sino
que muestra una voluntad
clarísima», comenta Pedro Pablo
Matute, jefe de Servicio de Defensa de la
Naturaleza, Caza y Pesca.
¿Cuál era el escenario
anterior a 2004? La licencia de cazador se
obtenía simplemente con abonar una
tasa (que se sigue manteniendo)… y nada
más. «Antes uno se
hacía cazador por dos caminos: el
vocacional por la transmisión de
padres, amigos o hermanos, principalmente en
el medio rural, aunque cada vez menos; y el
ocasional, alguien a quien invitan a cazar y se
saca la licencia. Mucha gente», explica
Urbiola, «se hacía cazador de
modo ocasional, otros deseaban tener la edad
porque ya habían acompañado
de morraleros a padres, tíos,
etc».
Reforzar la seguridad
Esa transmisión de la experiencia a
través de las enseñanzas orales
de otros, casi a pie de pista, conllevaba
inevitablemente lagunas formativas y la
transmisión de muchas manías,
como es el caso de la caza con postas, que
suele ser causa de muertes; o incluso detalles
como el transporte de las armas en
vehículos o el conocimiento de
determinadas especies, que a menudo no se
suelen tener en cuenta. El examen
«ayuda a subsanar esta parte
también».
Eusebio Hernando es el presidente de la
Federación Riojana de Caza y bajo su
mandato se acordó introducir esta
prueba, aunque no le faltó alguna
crítica entonces: «Sí,
alguna hubo a que lo apoyáramos y lo
respeto; pero es que cuando uno sale al campo
no puede coger la escopeta sin más,
porque un fallo puede suponer un muerto, hay
que saber a qué hay que tirar y a
qué no, la forma de hacerlo…
todo», explica. Más de diez
años después de la
implantación, cree que el resultado es
el adecuado: «El examen ya
está muy asumido por todo el mundo
y, a poco que estudies, lo apruebas, no es
complicado realmente y bueno a la larga,
ayuda en materia de seguridad, que cuanto
más haya, mejor, en todos los
aspectos».
La Rioja registra dos muertos en la
última década relacionados con
la caza, una cifra que se valora desde la
Federación como fruto positivo de los
esfuerzos formativos realizados con este
examen o los cursos. Desde ella, se invita
«a salir al campo a pasarlo bien,
disfrutar con los amigos de un día en la
naturaleza y, si no se ha cazado nada, no pasa
nada; los cazadores ‘carniceros’
no confiesan aquí», concluye
Hernando.