La temporada de caza mayor se iniciaba en la comarca en los primeros días de septiembre y una vez transcurridos tres fines de semana la cifra de jabalíes abatidos ya supera los 230 ejemplares.
Cualquier sábado o domingo los cazadores acaban su jornada en bares, cafeterías y restaurantes y los vecinos de las villas y pueblos, ajenos a la actividad cinegética, se muestran sorprendidos ante la efectividad de los discípulos de San Huberto y el número de piezas que presentan. No falta quien intenta averiguar si todos los navajeros que existen caen bajo las detonaciones o alguno de ellos morirá en la cama, en este caso en los bien mullidos encames.
Lo cierto es que cuando finaliza una campaña y se pasa revista a las cifras, todas las temporadas se saldan con más de 2.000 bajas en el censo de cerdos salvajes. De ahí que se acostumbre a reflexionar sobre lo que pueda ocurrir al año siguiente. Pero llega el otoño y los verracos continúan apareciendo por las cuatro esquinas de los 14 cotos de la comarca.
¿Cómo se explica semejante proliferación en el registro civil de macarenos? Son conocidas las teorías que abundan en el abandono del monte por el hombre, la abundancia de comida en la espesura, la disposición del jabalí a comer de todo, la altísima tasa de natalidad de los gorrinos y la ausencia de depredadores contra la especie. Pero en pocas ocasiones se pone en valor la adecuada gestión de los cotos por parte de las sociedades cinegéticas.
Resulta interesante y extrapolable el ejemplo de Llanes, un territorio que desde el año 1982 tutela Socoa. Y es que en 1982 se abatieron en el coto dos jabalíes y el año pasado se cobraban 362. Antes estaba gestionado por una sociedad regional, con sede en Oviedo, y desde hace 28 años está controlado por una nómina de 380 socios, la mayoría de ellos con residencia a escasos metros de los lotes de caza. Antes, los nativos no disfrutaban de ningún permiso y ahora son ellos los principales interesados en que se mantenga un justo equilibrio entre lo que existe y las piezas a abatir. El sábado, tres cuadrillas regresaban con cuatro suidos, cada una.